(2) COLOSSAL, de Nacho Vigalondo.

EL MONSTRUO QUE LLEVAMOS DENTRO
El cántabro Nacho Vigalondo repite la fórmula que le dio fama en Extraterrestre (2011) pero a niveles de producción hollywoodiense. Así, aderezado con una pudiente factura técnica y protagonizada por un competente reparto encabezado por Anne Hathaway, Colossal es una exótica fusión de géneros cinematográficos aparentemente incompatibles, como son una liviana comedia dramática con ribetes románticos anclada en parámetros de realismo cotidiano y un ingenioso relato de corte fantástico que recoge la tradición del mejor Kaiju-eiga —películas de monstruos gigantes— propio del folklore japonés.
Gloria es una treintañera en crisis que, tras regresar a su pueblo natal en la América profunda, descubre su insospechada conexión con un extraño monstruo que ataca la capital de Corea del Sur. Un punto de partida tan ocurrente como sugestivo que permite al realizador configurar un singular retrato de los miedos e inseguridades latentes de varios young adults de provincias y de la toxicidad de algunas relaciones, así como una peculiar lección de superación personal en un contexto extravagante de lucha de monstruos.
Sin embargo, el desarrollo de esta interesante premisa no acaba de estar a la altura. Al igual que en la citada Extraterrestre, los hechos se suceden un tanto arbitrariamente y sin un hilo vertebrador que aporte una coherencia y un sentido unitario. Las escenas que describen la adicción de la protagonista por la bebida y sus erráticas andanzas con su grupo de viejos amigos acaban siendo reiterativas y las pequeñas dosis de misterio, relacionadas con el origen de su vinculación con la criatura de Seúl, se consumen demasiado rápido. Al menos se agradece su final anticlimático, lejos del convencional happy end.
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