(1) UN MINUTO DE GLORIA, de Kristina Grozeva y Peter Valchanov.

CORRUPCIÓN MINISTERIAL
Lo primero que me ha sorprendido es la avalancha de premios recibidos por esta película búlgara en el festival de Gijón, lo que contrasta con la sensación que he tenido de encontrarme ante un producto de muy baja calidad, interesante en sus planteamientos pero calamitoso en su desarrollo.
La historia narrada, inspirada en noticias aparecidas en la prensa, sitúa como protagonista a Tsanko Patrov, un modesto guarda-vías que encuentra junto a los raíles del tren un millón de levs que resultan ser el producto de una venta fraudulenta realizada por un político corrupto. La honradez del empleado le impele a devolver el dinero a la policía, siendo homenajeado por ello y recompensado con un reloj de ínfimo valor.
Se trata de una comedia dramática de denuncia, de carácter satírico, que pone al descubierto las torpes maniobras de los burócratas gubernamentales para disimular la ilegal procedencia del botín. Está clara la intención de poner al descubierto la deshumanización del sistema frente al pobre pero honrado ciudadano pero todo ello se hace sin indicar la clase de gobierno de que se trata —en Bulgaria hay una larga alternancia entre socialistas y conservadores—, no sabemos si por prudencia o porque interesa más la trama, la acusación en abstracto, que el análisis ideológico de un concreto sistema socio-político. De todas maneras, la falta de ética y de vergüenza no es privativa de un país determinado y conocemos de sobra las ceremonias rituales e hipócritas que el poder organiza para cubrir las apariencias de justicia y equidad cuando todo resulta ser una farsa.
Como lejana referencia literaria tenemos el cuento El abrigo de Nikolai Gogol, donde la prenda robada materializa la dignidad humana mancillada, que en la película se convierte en el viejo reloj que su padre regaló al protagonista y que los funcionarios han extraviado. Un film que pudo constituir una interesante parábola kafkiana pero que, a mi juicio, desmerece absolutamente por una planificación, un montaje, un ritmo y una dirección de actores muy deficientes, como si un aficionado dominguero se hubiera dedicado con su cámara de vídeo a filmar sin criterio ni rigor alguno.
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