(3) LA VIDA DE ANNA, de Nino Basilia.

SOBREVIVIR EN GEORGIA
Primer largometraje de ficción de Nino Basilia, cineasta de la república de Georgia —independizada de la URSS en 1991—, que apenas tiene 70.000 km² de superficie y poco más de 4 millones de habitantes. La realizadora georgiana cursó estudios de filología, fue novelista y guionista, se graduó en dirección cinematográfica en Moscú y ha realizado documentales y trabajos en TV. En esta ocasión ha demostrado un gran talento narrando la historia de una madre soltera de Tiflis, la capital del país, acosada por mil problemas que no es capaz de resolver pese a tener varios empleos precarios. Por eso decide marchar a Estados Unidos, pero todos sus planes fracasan. La sociedad y el sistema político existentes le ponen trabas insuperables debido sobre todo a la falta de dinero. Al final se sugiere que únicamente formando una comunidad solidaria y asumiendo un compromiso político se puede contribuir a cambiar las cosas. Mientras tanto, las alternativa posibles son la emigración o la supervivencia.
La vida de Anna es una magnífica película, un drama devastador sobre la triste y angustiosa existencia de una ciudadana corriente, ahogada por las dificultades. La puesta en escena es excelente, con una planificación funcional, unos diálogos precisos, un ritmo ajustado y una experta dirección de actores. El relato no cesa de dar valiosa información al espectador, sin rellenos innecesarios, y es una prueba de la predilección de Nino Basilia por un realismo sin concesiones a la comercialidad, con la utilización de unos decorados y un vestuario rigurosamente auténticos además de la importancia concebida a los ruidos, muy perceptibles como muestra de una cotidianeidad opresiva. El film fue posible tras haber ganado su guión un importante concurso nacional y ha recibido premios en festivales de Valencia, Mallorca, El Cairo, Buenos Aires y Estambul.
En la línea testimonial y social del cine italiano de los años 80, los hermanos Dardenne, Ken Loach o el cine rumano más reciente, La vida de Anna ilustra y conmueve al público sin necesidad de recurrir a trucos efectistas o lacrimógenos. Nos informa sobre la grave situación de esta nación ubicada en la costa del mar Negro, de su pobreza generalizada tras el derrumbamiento del bloque soviético, el advenimiento de su independiencia y la llegada del capitalismo salvaje, con la tara de un sistema económico anticuado y colapsado.
Para alcanzar más altas cotas de excelencia, La vida de Anna debería haber seleccioando los catastróficos eventos que afligen a la protagonista, la gran víctima, pues su exagerada acumulación puede resultar un tanto artificiosa.
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