(2) SELFIE, de Víctor García León.

PICARESCA DE DERECHAS
Sin duda, el tercer largometraje del madrileño Víctor García León es hijo de su tiempo. Privado de la financiación de las todopoderosas TV privadas o de algún mecenas amante del riesgo —factor que explica también el tiempo pasado desde su último trabajo, Vete de mí (2006)—, Selfie es ejemplo paradigmático de cine artesano patrio cuyo caldo de cultivo es esta época post-crisis infectada de cinismo, precariedad, corrupción y decadencia moral. Dotado de un presupuesto de risa pero con enorme talento y desbordante ingenio, el film nace de una fértil imaginación agudizada por la carencia, de una divertida improvisación que raya con el delirio y, especialmente, de la inmensa generosidad de un equipo técnico y artístico que da lo mejor de sí mismo (parece ser) sin recibir emolumento alguno.
Afortunadamente, el sacrificio ha valido la pena. Selfie es, con sus evidentes limitaciones, una pequeña pero demoledora comedia gamberra que, asumiendo técnicas del “falso documental” o mockumentary en el que el metraje son imágenes grabadas en formato de vídeo doméstico, retrata la picaresca del siglo XXI desde el prisma ideológico de derechas. Si Carmina, el carismático personaje de origen humilde perteneciente al díptico de Paco León que sobrevive a base de chapuzas y trapicheos, representa la picaresca de los excluidos del sistema, Bosco encarna a la perfección la picaresca de los que han tenido y siguen teniendo los privilegios propios de las élites y clases más pudientes.
El protagonista es hijo de un ministro de Partido Popular imputado por corrupción. Un chaval criado en la opulencia y en una forma de pensar y de vivir propias de ”los de arriba”. De repente su vida da un giro inesperado al perder su cómoda y placentera existencia. Sin el apoyo de los suyos, deberá valerse por sí mismo en esta España caricaturizada por los prejuicios y los dogmas, deformada por los reflejos del esperpento. Parasitando a quien se cruza en su camino, entre okupas y podemitas, se introducirá en ambientes ajenos a su status social conviviendo con seres de diversa procedencia que asisten, entre la esperanza y el desencanto, en el triste panorama político español, entre dos fuerzas políticas (PP y Podemos) que simbolizan el pernicioso inmovilismo conservador o el resbaladizo cambio populista hacia no se sabe dónde.
La película pone en evidencia y se mofa del clasismo existente, resaltando los prejuicios sociales y las diferencias culturales entre acaudalados y los menesterosos. A pesar del tono paródico de Selfie, Víctor García León configura una acertada radiografía de la realidad social y política del país, tan irreverente como corrosiva, que despierta con frecuencia la sonrisa cómplice cuando no la risa contagiosa.
No obstante, el film se queda corto en sus diatribas ya que parte de buenas ideas pero no logra sacarle todo el rendimiento. Echo en falta una mayor hondura en la descripción de ambientes y personajes y una mayor puntería en los dardos críticos del director.
Uno de los responsables del mérito de Selfie es el actor que interpreta al protagonista, Santiago Alverú. Todo un descubrimiento. La naturalidad con la que da vida al niñato descarado y sin escrúpulos que es Bosco roza la excelencia. Junto a él, Macarena Sanz y Javier Caramiñana forman un trío de perdedores que representan esta España que tenemos. Ni más ni menos.
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