(4) LADY MACBETH, de William Oldroyd.

LOS CRÍMENES DE UNA ESPOSA INFIEL
Primero fue la novela del ruso Nicolái Leskov (1831-1895) Lady Macbeth de Mtsensk (1865). Luego, el gran compositor soviético Dmitri Shostakovich compuso una ópera con el mismo título y argumento (1934) que fue repudiada por el Partido Comunista de la URSS (Stalin). Y no conocemos la versión que hizo el cineasta polaco Andzej Wajda: Lady Macbeth en Siberia (1962). Ahora el realizador William Oldroyd y la guionista Alice Birch, procedentes ambos del teatro británico, han trasladado a la Inglaterra victoriana, de mitad del siglo XIX, la dramática y sangrienta historia de Katherine, una inocente y guapa muchacha de 17 años que es entregada, tras un matrimonio concertado sin amor, aceptado por pura conveniencia, a un terrateniente rural, bruto y malcarado, que la mantiene abandonada, aislada y humillada en su mansión campestre.
La protagonista evoluciona, descubre la sexualidad en brazos de su amante, un fornido mozo de cuadra, e inicia una carrera criminal para ocultar su adulterio. En la novela ella paga sus delitos pero en el film han preferido un desenlace cínico dejándola impune, además de añadir algún personaje nuevo.
Este relato de suma violencia y perversidad rompe con la costumbre de una época en que las esposas vejadas y arrinconadas optaban por la resignación, sufriendo en silencio sus penas, o por el suicidio. Aquí Katherine se rebela contra su destino —social y conyugal— por el camino de la infidelidad y el asesinato. La evocación de la señora Macbeth shakespeariana parece coherente por la extrema maldad de la dama pero la trama teatral presenta muchas diferencias con la novela y el film, que también admitirían semejanzas con los libros Madame Bovary (Gustave Flaubert) y Ana Karenina (León Tolstoi) sin olvidar el tenebroso ambiente de Cumbres borrascosas (Emily Brontë) y las pulsiones eróticas desatadas de El amante de lady Chatterley (D. H. Lawrence).
La película ahora estrenada —cargada de premios en festivales— está muy bien realizada pues de forma tan precisa como sintética narra una historia cruel y despiadada sin recurrir al esquematismo de buenos y malos. La corrupción moral afecta a todos. Las diferencias de clase, la humillación, la forzada castidad, la rutina hogareña, la tristeza y el orgulloso autoritarismo aristocrático son mostrados con un rigor y una perfección formal admirables, resultado de un enorme talento para la planificación, el montaje, el ritmo narrativo, las imágenes compuestas con una calculada simetría, la frialdad expresiva, la dirección de actores… sin que falte ni sobre un solo minuto en la película.
Una foto contrastada y oscurecida, con iluminación natural o mediante quinqués y una ambientación —muebles, vestidos, bosque, etc.— muy lograda contribuyen a la excelencia de este film pese a la modestia de la inversión efectuada.
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