(2) UN REINO UNIDO, de Amma Asante.

MEMORIAS DE ÁFRICA
Para llevar a la pantalla el libro de Susan Wiliams, basado en hechos reales, se eligió a la cineasta Amma Asante —Belle (2013)—, una británica de raza negra cuya familia había emigrado desde Ghana a Inglaterra. La historia narrada, realmente excepcional, está protagonizada por la pareja formada por el príncipe tribal Seretse Khama de Bechuanalandia —convertida en Bostwana tras su independencia en 1966— y la empleada de una oficina londinense Ruth Williams. Su insólito matrimonio, celebrado en 1948 sorteando todas las dificultades, despertó un monumental escándalo debido a su carácter interracial y fue rechazado al principio tanto por sus respectivas familias como por los gobiernos del Reino Unido —tanto el laborista como el conservador de Churchill— y de la predominante Sudáfrica más por intereses económicos y estratégicos que por razones ideológicas.
El país sureño de Bechuanalandia era un territorio mayoritariamente desértico (el Kalahari) y uno de los más pobres del mundo hasta que tras alcanzar su soberanía se descubrieron diamantes y otros minerales. En esta producción cinematográfica multinacional se cuenta una peripecia personal inserta en un determinado contexto histórico. La evolución del país, un poco más extenso que España y muy poco poblado, que le hizo pasar de “protectorado” de la corona británica —desde 1890— a ser miembro de la Commonwealth y una nación independiente no puede concebirse en sus últimos treinta años sin Seretse Khena, un estudiante de Derecho en Oxford que fue luego obligado a un largo destierro y que se convirtió en el primer presidente democrático de la República de Botswana reelegido hasta 1980, fecha de su muerte, gozando de la expresa admiración de Nelson Mandela.
Pero pese a su espíritu liberal e incluso progresista, posicionado contra el racismo y el colonialismo, con su denuncia de los arraigados e irracionales prejuicios imperantes —se toleraban amantes negras, pero como siervas y no como legítimas esposas—, el film está realizado con corrección académica, formalmente impecable, pero con excesivas concesiones sentimentales para convertirlo en un producto de gran éxito comercial. El romance amoroso aparece teñido de un rosa subido, habiéndose limado y simplificado muchas de las complejas circunstancias políticas que acompañaron y condicionaron a esa “extraña” y modélica pareja protagonista. Todo ello rematado por un modélido final feliz.
Para dotar a la película de una mayor verosimilitud, la parte africana del relato se filmó en los mismos escenarios en que transcurrieron los acontecimientos, una Botswana reseca y muy calurosa.
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