(2) LO TUYO Y TÚ, de Hong Sang-soo.

UN ROMANCE COMPLICADO
El realizador surcoreano Hong Sang-soo (Seúl, 1960) ha sido premiado en diversos festivales tras haber aprendido su oficio en universidades de su país y de Estados Unidos y presentar a concurso varios de sus 25 largometrajes, de los que en nuestra ciudad sólo se ha estrenado Ahora sí, antes no (2015) además de salir al mercado el DVD de En otro país (2012).
Cineasta independiente considerado de culto, creador de obras de autor con temas recurrentes sobre la pareja y dotadas de un lenguaje muy personal, Hong Sang-soo rueda películas de bajo coste con una rapidez inusitada. Recientemente ha recibido el premio al mejor director en el último certamen de San Sebastián por Lo tuyo y tú (2015), aunque yo no comparto el desaforado entusiasmo de algunos críticos ante esta película, caracterizada por una notable austeridad narrativa y un cierto grado de abstracción, cualidades que sus fieles no saben o no quieren apreciar en Robert Bresson, J. P. Melville o Jim Jarmusch, maestros detentadores de una gran riqueza expresiva que el cineasta ha pretendido alcanzar en este relato que considero un tanto superficial y redundante, sin la trascendencia y originalidad que ellos le atribuyen.
En esta ocasión la ruptura de relaciones entre un joven pintor y su novia diseñadora textil tiene como escenarios principales bares y dormitorios, aunque la pareja protagonista se topa también con vecinos y amigos que asume papeles secundarios. El motivo de la discusión entre los amantes son los celos, agravados por la gran afición de ella a la bebida. El film constituye un relato abierto, alejado de la clásica representación naturalista, ya que se insinúa la posibilidad de la existencia de una hermana gemela de la chica o bien que ésta finja ser otra, surgiendo así el misterio de su verdadera identidad y la probable dimensión imaginaria de diversas situaciones y relaciones personales. La ambigüedad y las falsas apariencias están siempre presentes.
El lenguaje fílmico empleado se aparta de lo convencional: planos fijos de larga duración con algunas ligeras correcciones del encuadre, incesantes conversaciones, prolongadas secuencias separadas por persistentes fundidos en negro, tiempos muertos, etc. Unas características formales que obedecen en gran medida —como un rasgo de estilo— al rodaje improvisado, sin guión previo, en el que los actores aportan también sus ideas y sugerencias. A destacar, las bellas imágenes que denotan el paso del tiempo —escena de los enamorados en la cama— con las llamas de las velas que se consumen en fundido encadenado.
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