(1) POWER RANGERS, de Dean Israelite.

SUPERHÉROES DE INSTITUTO
Ya tardaba este equipo de héroes, estrellas de la TV de los años 90, en ser trasladados a la gran pantalla, siguiendo la línea de otras series televisivas de antaño en un indisimulado ejercicio de explotación comercial de la nostalgia.
Los nuevos Power Rangers cinematográficos han sido adaptados a los nuevos tiempos, eso sí, en una original combinación entre el convencional Tokusatsu —la típica película de monstruos— y una novedosa entonación de drama escolar con toques de humor al estilo El club de los cinco (1985), cuyo resultado llama poderosamente la atención al alejarse de los lugares comunes de esta temática y estar sazonado de abundantes alusiones cinéfilas.
De hecho, la presentación de personajes y sus conflictos durante la primera parte del film es, sin duda, lo mejor de Power Rangers, recordando recientes películas que fusionan el género superheroico y la comedia de instituto USA como Chronicle (2012) o las sagas Spider-Man de Sam Raimi y Marc Webb. Así pues, las escenas de acción son reducidas a la mínima expresión para centrar la atención en las complejas relaciones entre un grupo de adolescentes que adquieren asombrosos poderes para combatir una villana que amenaza con destruir el mundo. Eso sí, de opereta es la antagonista de turno, una maléfica hechicera interpretada por una histriónica Elizabeth Banks.
Pero es a partir del previsible enfrentamiento cuando, a pesar de sus abundantes efectos especiales y su narración acelerada, no puede evitar destilar un aire de serie B tan pueril como simpático.
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