(3) TRAINSPOTTING 2, de Danny Boyle.

LA VIDA SIGUE IGUAL
Veinte años después llega a nuestras pantallas la continuación de Trainspotting (1996), una película realizada con gran parte del equipo técnico y artístico que hizo la primera entrega, repitiendo presencia el director, los cuatro actores protagonistas y el guionista John Hodge que adapta aquí dos novelas de Irvine Welsh.
En esta cinta número 12 de Danny Boyle que se estrena entre nosotros —a destacar también su trabajo en Millones (2004) y en Slumdog millionaire (2008)— Mark Renton regresa a Edimburgo (Escocia), tras una ausencia de dos décadas, después de haber traicionado a sus colegas llevándose 16.000 libras obtenidas con la venta de un alijo de heroína encontrada por azar. Drogas, delincuencia y marginalidad constituyen el núcleo temático del relato en un contexto donde no existe la amistad sino la adicción, la compañía interesada, el egoísmo, el dinero y, sobre todo, los estragos del tiempo, el deterioro físico y la autodestrucción. También, desde luego, la necesidad de rodearse de otros yonquis para construirse un mundo imaginario, confortable, en el que creer que no pasan los años, que nunca se pierde la juventud y que todo sigue igual.
Relato alucinante y alucinado, el film destaca por sus magníficos actores, por sus cortantes diálogos, por su contundente banda sonora —la música original de Rick Smith y algunos éxitos pop de antaño—, por un estilo narrativo lleno de hallazgos expresivos —planos cortos, montaje rápido, encuadres desequilibrados, luces y colores psicodélicos, movimientos acelerados, fotogramas congelados, etc.— y por un humor cínico y sarcástico que impide no sólo todo atisbo moralizante sino también la mínima apología del consumo de narcóticos.
Hay, por el contrario, un testimonio implacable —aunque se permite una compasiva mirada cargada de humanidad— de los terribles efectos de una forma de vida que arruina la salud, fomenta la violencia, anula todo referente ético, empuja fuera de la ley, separa del resto de la sociedad y, con toda seguridad, conduce a la cárcel y posiblemente a la tumba.
El film no da tampoco esperanzas en cuanto a facilidades para enderezar el rumbo existencial equivocado y peligroso de sus protagonistas, unos adictos enfermos y perdedores, como subraya un dramático final en el que sólo parece sobrevivir el personaje que escribe las memorias de sus correrías, una especie de alter ego del novelista Irvine Welsh.
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