(2) YO NO SOY MADAME BOVARY, de Feng Xiaogang.

LA ABSURDA BUROCRACIA CHINA
Del realizador chino Feng Xiaogang (Pekín, 1958) nos llegó hace 15 años la floja comedia satírica El funeral del jefe (2001) en la que intervenían como actores Donald Sutherland y Paul Mazursky. Ahora se estrena Yo no soy madame Bovary, otra comedia que, sorprendentemente, ha ganado la Concha de Oro en el festival de San Sebastián y el premio FIPRESCI en el de Toronto. Realmente, la amplia filmografía del director está cuajada de galardones de toda clase. En este film, adaptación de la novela No soy Pan Jinlian de Liu Zhenyun, la protagonista Liu Xuelian y su marido acuerdan divorciarse con la oculta finalidad de acceder a otro piso facilitado por el Estado para personas solteras y de tener un segundo hijo sin sufrir por ello el correspondiente castigo. La intención de la pareja es volver a casarse una vez logrados sus objetivos pero el plan se estropea: el ex marido se casa con otra mujer, acusando falsamente a la primera de no ser honesta —por no llegar virgen al matrimonio— y ella debe cargar con un nuevo retoño.
La película narra los 10 años de correrías y desventuras de la protagonista abandonada, que acude en vano a numerosos funcionarios y autoridades en busca de justicia. Sus múltiples peripecias pretenden ser el retrato de un gran país en rápida evolución, pues ella se traslada desde un pequeño pueblo a una gran metrópoli como Pekín, con un desfile incesante de variados tipos y embarazosas situaciones. El tradicional sistema de favores y de relaciones personales ha dejado paso a un estado de Derecho, más burocratizado, con sus rígidas leyes y complicados procedimientos judiciales, por lo que la fraudulenta operación se ha vuelto en contra de sus promotores.
El film ha sido definido por su realizador como un reflejo del absurdo de la vida cotidiana y no como una sátira contra el sistema, seguramente para evitar problemas políticos y de censura. La principal novedad, sin embargo, es de orden estético: hay numerosos planos con imágenes circulares y cuando son cuadradas tienen el reducido formato de 1/1´66, lo que se ha explicado como un intento de imitar las antiguas pinturas y tradicionales dibujos del arte chino, pero a ello hay que añadir también una voluntad de lograr un “efecto de distanciamiento”, reflexivo, con un recurso visual que nos remite a los cierres de las escenas “en diafragma” propias del cine mudo.
No obstante, Yo no soy madame Bovary me ha decepcionado un tanto porque la he encontrado algo repetitiva, demasiado alargada, con un humor algo mecanicista y con un nonsense que desmerece al lado del de muchas magistrales comedias de enredo del Hollywood de la época dorada, las de los años 30 y 40.
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