(2) SWISS ARMY MAN, de Dan Kwan y Daniel Scheinert.

AMISTAD MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
La ganadora como mejor películas de la 49ª edición del Festival de Sitges (2016) es una de esas películas trasngresoras que no deja indiferente a nadie, habiendo sido recibida por una parte del público y de la crítica con manifiesta repulsión. No es de extrañar, porque las dosis de escatología y absurdo son abundantes en ella. Pero quien sepa ver más allá de su incorreción política y su aparente frivolidad puede llevarse una grata sorpresa.
Efectivamente, la sinopsis del film nos revela su condición de estrafalaria y liviana buddy movie: tras una larga temporada aislado en una isla desierta, Hank encuentra compañía en el flatulento cadáver de un joven que el agua ha traído hasta la orilla. Mientras buscan el camino de regreso a casa, poco a poco, el náufrago y el cadáver desarrollan una hermosa amistad.
Así, con una historia tan improbable como extravagante, la opera prima de Daniel Scheinert y Dan Kwan, el tándem de realizadores autodenominados Daniels, configura una insólita comedia existencialista atiborrada de humor negro pero sorprendente sensibilidad, intepretada con desbordante frescura por un Daniel Radcliffe que encarna a un muerto putrefacto que habla -premio a la mejor interpretación masculina- y Paul Dano en la piel de un náufrago que lucha por sobrevivir.
No obstante, lo más sorprendente de Swiss Army Man es que de material tan hediondo los Daniels logran destilar arrebatos de marciano romanticismo, germinar momentos de elaborado lirismo y constituir un grito de supervivencia en una viaje de autoconocimiento de un joven desorientado física pero también psicológicamente.
Eso sí, no conviene tomárselo en serio por su carácter desenfadado y provocador. Y aceptar con total naturalidad la ventosidad como acto supremo de expresión fisiológica.
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