(3) BILLY LYNN, de Ang Lee.

GUERRA Y PAZ
El prestigioso Ang Lee —ganador de tres Oscars— ha volcado toda su experiencia profesional en esta adaptación de la novela de Ben Fountain, un bestseller de reconocida calidad editado en 2012. El punto de vista narrativo es asumido por el protagonista Billy Lynn, un soldado de 19 años que, tras una terrible experiencia como comando en la guerra de Irak, regresa temporalmente a Estados Unidos con sus compañeros —casi adolescentes también— para tomarse un descanso y, de paso, ser objeto de una serie de homenajes patrióticos antes de regresar al frente de batalla, un infierno de tiros, explosiones y emboscadas de guerrilleros talibanes.
No se trata de un film antimilitarista sino, en todo caso, antibelicista, dominado por un planteamiento humanista que presenta a los jóvenes soldados como unas víctimas acosadas por las dudas, la ingenuidad, las ansias de vivir, el miedo y quizás la tentación de la huida. Aunque lo que acaba prevaleciendo es la disciplina y el valor pese a la omnipresencia de la violencia, la sangre y la muerte.
No hay, sin embargo, planteamiento político alguno ni alusión a los negocios de las grandes compañías —petróleo, construcción, armamento, etc.— sino sólo alusiones al afán de supervivencia y de victoria en cumplimiento del deber. Resulta patente, eso sí, la mirada crítica que el film lanza sobre unos ciudadanos estadounidenses que admiran y se emocionan ante sus héroes pero que no se identifican con ellos ni se preocupan por su angustia interior. La larga y brillante secuencia del estadio, el día de Acción de Gracias, con fútbol americano, animadoras, fuegos artificiales, banderas e himnos marciales convierte en un show frívolo y propagandista —la exhibición pública de los combatientes— lo que no es sino un simple alto en su drama personal. La camaradería que les une ante el enemigo común o la necesidad de amor y sexo nada tienen que ver con el ridículo exhibicionismo de que son objeto.
Billy Lynn no es la primera película que pone en cuestión la guerra en general y la de Irak en particular. En esta ocasión hay un claro distanciamiento respecto a la habitual soflama patriotera y se muestra con realismo el horror de los choques armados. Lo que sí constituye una novedad técnica en esta película digital es su formato en 3-D (rodaje con dos cámaras), imágenes de alta definición y una filmación a 120 fotogramas por segundo —lo normal son 24/ seg—, todo ello para lograr la máxima calidad visual, la sensación de autenticidad y la fuerte implicación emocional del espectador. El principal “mensaje” del relato no sería otro, pues, que el reproche a la sociedad civil de su nula conciencia del riego y sacrificio de sus jóvenes soldados en el frente de batalla. Pero la justicia o la arbitrariedad de la campaña de Irak es una importante cuestión que no se aborda aquí.
Filmado en parajes de Marruecos —calor, sol, sequedad, arena—, Billy Lynn está contado mediante continuos flashbacks con la intención de contrastar la guerra —riesgo, confusión, muertos y heridos— con el ridículo espectáculo patriotero organizado en casa para exhibir a los combatientes e inflamar los espíritus, un montaje tramposo que engaña al público ocultando la verdadera tragedia humana.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.