(2) EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN, de Nate Parker.

LA REBELIÓN DE LOS ESCLAVOS
Contrapunto histórico del famoso relato homónimo de D. W. Griffith, cuyos avances técnicos y lingüísticos no pudieron ocultar su profundo racismo al apoyar sin ambages la supremacía racial aria ensalzando al Ku Klux Klan, El nacimiento de una nación de Nate Parker —debut en la dirección de este actor afroamericano— narra un sangriento episodio protagonizado por las víctimas de este apartheid: una violenta rebelión de esclavos contra sus amos blancos en el Sur esclavista en 1831, liderada por Nat Turner, un esclavo predicador que no pudo soportar la contradicción que sufrió entre predicar el mensaje fraternal y esperanzador de Jesús y contemplar —y sufrir también en sus propias carnes— la terrible realidad de la esclavitud.
Amparado en la Biblia y en sus grandes dotes de orador, Nat Turner justificó y alentó la insurrección armada en un brutal motín que duró 48 horas dejando un reguero de sangre a su paso. Turner logró evitar ser capturado durante meses, hasta ser detenido y ejecutado. Ni qué decir que muchos lo consideraron un héroe pues se enfrentó al injusto y cruel sistema esclavista, aunque la forma de hacerlo retardara durante décadas el debate sobre su derogación, hasta la Guerra de Secesión USA si bien la segregación racial siguió persistiendo un siglo en territorio estadounidense.
El realizador recoge el testigo de Steve McQueen en 12 años de esclavitud describiendo el día a día de una comunidad de esclavos en el condado de Southampton (Virginia, USA). En ese sentido, el film es un valioso retrato social y de costumbres, reflejando las miserables condiciones de vida y el abuso cotidiano contra este colectivo.
Sin embargo, pese a su voluntad de trascendencia y a ciertas pinceladas poéticas, El nacimiento de una nación peca de excesivo maniqueísmo, exaltando al protagonista en su faceta de profeta y mártir de la causa anti-esclavista, a la vez que transita con escaso ingenio en los estrechos márgenes del biopic más convencional. Hay mucha pasión y rabia en lo que narra, pero Nate Parker se queda en la mera soflama, sin contextualizar debidamente los fundamentos del status quo de antaño.
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