(1) MANUAL DE UN TACAÑO, de Fred Cavayé.

EL AVARO
De la comedia de Molière El avaro (1668) pudieron verse dos adaptaciones cinematográficas: la de Jean Girault (1980) con Louis de Funés y la de Tonino Cervi (1990) con Alberto Sordi. El discreto realizador galo Fred Cavayé ha realizado una versión muy libre y actualizada de la figura arquetípica de Harpagon, encomendado el papel al actor Dany Boon con la vista exclusivamente puesta en la taquilla, utilizando rebuscados gags y diversas peripecias sentimentales para llegar a un redentor final feliz combinando la diversión con las emociones gratificantes.
La obra original de Molière tenía una intención satírica y ejemplarizante pero hoy en día ha perdido gran parte de su función didáctica en unos tiempos dominados por un consumismo irracional y un derroche incontrolado, aunque pudo tener vigencia hasta hace unas décadas, como acredita el empleo de diversos refranes populares en ambientes campesinos empobrecidos de la posguerra civil: Qui no guarda quan té, no menja quan vol, Estirar més el braç que la mànega o Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar.
En esta película el protagonista François Gautier se nos presenta con rasgos muy caricaturizados, con una exagerada austeridad, un fuerte egoísmo y una total falta de empatía hacia los demás. Soltero y sin amigos pero con una buena cuenta corriente en el banco, este violinista de una orquesta de provincias es víctima de una patología psicológica de la que no nos explican las causas. El portador de esta enfermedad ligada al ridículo y a una desmedida codicia puede curarse, no obstante, a base de racionalidad, autodisciplina altruista y la práctica de la generosidad.
Manual de un tacaño, uno de los títulos más rentables del año en Francia, es un producto lleno de situaciones de un humor muy elemental y gratificante que combina de forma bastante artificiosa la caricatura con el melodrama, acabando el relato cuando el “agarrado” se enamora de una guapa violonchelista y encuentra a una hija cuya existencia desconocía. El desenlace, con la vuelta a la normalidad del protagonista convertido ya en padre y en amante, todavía decepciona más al verlo hacer el papel de desprendido benefactor de desamparados niños mexicanos. Una comedia disparatada que producirá buenos dividendos a sus productores.
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