(2) SILENCIO, de Martin Scorsese.

MARTIRIO EN EL LEJANO ORIENTE
Martin Scorsese es un buen cineasta, de ascendentes italianos y educación católica, que se ha interesado en algunas ocasiones por temas de orientación religiosa o mística como fue el caso de La última tentación de Cristo (1988) o de Kundun (1997) sobre el Dalai Lama. La adaptación de la novela Silencio de Shusaku Edo, publicada en 1966, le ha permitido abordar el viejo tema del martirio de los misioneros y de los fieles cristianos en defensa de su fe, esta vez en el Japón budista del siglo XVII cUando unos jesuitas portugueses prosiguen su arriesgado trabajo de evangelización desafiando la prohibición y la persecución decretada por los señores feudales.
Durante casi tres horas de metraje, evidentemente excesivas y reiterativas a mi entender, vemos pagar las arraigadas creencias y prácticas de los sacerdotes y de sus feligreses con encarcelamientos, sádicas torturas y dolorosas ejecuciones. Se diría que estamos reviviendo el cine propagandista y beato de mi infancia, cuando los “malos” eran entonces los antiguos romanos, los musulmanes y los comunistas, a no ser porque aquí uno de los superiores jerárquicos —el padre Ferreira, encarnado por Liam Neeson— decide apostatar, renunciando, sólo en apariencia, a sus creencias y ritos para evitar su propio exterminio.
La simpleza habitual de este tipo de películas —que deberían interesar poco a un agnóstico convencido— resultaría insoportable si no fuera porque el relato toca importantes cuestiones sobre el ser humano: la cobardía, la duda, la supervivencia, el miedo, el sacrificio, la caridad y, sobre todo, el acongojante “silencio de Dios” ante tantas calamidades y sufrimientos. Pero poco de novedoso hallamos en esta interminable y plúmbea narración: sobre esas cuestiones ya trató mejor el cine de Ingmar Bergman y de Robert Bresson y, mucho antes, ya habían reflexionado tanto Graham Greene como los llamados “existencialistas” católicos franceses —Georges Bernanos, Gabriel Marcel, François Mauriac o Julien Green— sobre los misterios y paradojas de la fe religiosa.
Rodada en Taiwán, Silencio es una película cara, con todos los medios necesarios aportados por la industria, bien ambientada con luz natural y de antorchas, bellos exteriores, magníficos actores, apropiado vestuario de época y correcta fotografía. Pero antes de verla hay que armarse de paciencia.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.