(2) PASSENGERS, de Morten Tyldum.

EL ARCA DE LOS DURMIENTES
La ciencia-ficción, subsección space opera, ha especulado en numerosas ocasiones con el desafío que implica desplazarse millones de kilómetros a través del cosmos en busca de nuevos planetas que colonizar. Además de las dificultades técnicas y del coste total de la empresa, el reto de superar las barreras del espacio-tiempo, los exiguos límites físicos y psicológicos del ser humano comparados con el vasto e inhóspito escenario galáctico, es de una dificultad extraordinaria. El género ci-fi ha solventado parte del problema profetizando el desarrollo de técnicas de hibernación que permitirán a los viajeros mantenerse en animación suspendida la mayor parte del trayecto. Pero… ¿qué pasaría si esa tecnología fallara? ¿Cómo enfrentarse al inconmensurable vacío sideral estando preso dentro de una fría y aséptica nave espacial a la que no se le puede llamar hogar?
Esta interesante cuestión es el punto de partida de Passengers, primer film estadounidense del noruego Morten Tyldum tras consagrarse internacionalmente como realizador con su interesante Headhunters (2011) y triunfar en la industria británica con The Imitation Game (2014). Un ingeniero se despierta por accidente de su letargo en medio de un crucero interplanetario, sufriendo la soledad y el aburrimiento sabiendo que va a morir de viejo sin llegar a destino. Necesitado de compañía y atraído por una “bella durmiente” que conoce fortuitamente, decide despertarla tras enfrentarse a un complicado dilema: despertar a una compañera para satisfacer las necesidades egoístas o sufrir un amargo destino sin condenar a otra persona a la misma (mala) suerte.
Convendría diferenciar claramente las dos partes de un film que empieza de manera destacable, respetando las esencias del típico relato de ciencia-ficción, pero que acaba asumiendo derroteros sentimentales que perjudican el resultado final. Así pues, careciendo del armazón científico de films de similar temática como Gravity (2013), Interstellar (2014) o Marte (The Martian) (2015), Passengers se centra en la relación afectiva de dos náufragos en medio de la nada, encarnados sin lucimiento por un Chris Pratt y una Jennifer Lawrence sin química. La primera mitad del relato muestra los malogrados esfuerzos del protagonista por poner solución al problema, la lenta pero progresiva aceptación de su situación, su adaptación al contexto y el elevado coste anímico de la soledad, siendo el camarero cibernético del bar ejerciendo de improvisado psicoanalista lo mejor del film. Michael Sheen lo borda.
No obstante, cuando se desarrolla el previsible romance y luego ella descubre que su despertar no ha sido un simple accidente sino que ha sido voluntad de su pareja, comienza una vulgar trama romántica de idas y venidas que acaba súbitamente cuando la nave sufre el colapso debido a gravísimas averías internas, momento en que la narración adquiere ya el típico acento épico que deja atrás la contención anterior. Es entonces cuando el espectador se da cuenta de que esta película no alcanza el nivel de las previamente citadas y se queda en lo que es: un efímero entretenimiento.
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