(4) PATERSON, de Jim Jarmusch.

LA RUTINA COTIDIANA EN CLAVE POÉTICA
Pese a haber podido ver y disfrutar de la mayor parte de las 13 películas que nos habían llegado de Jim Jarmusch, no ha dejado de sorprenderme el nuevo trabajo de este singular y poliédrico cineasta estadounidense, adalid del cine indie de su país.
Paterson no es sólo el apellido de un conductor de autobús, encarnado por Adam Driver, sino también el nombre de la pequeña localidad donde vive, en el estado de New Jersey. Su vida se reduce a una rutina cotidiana, tanto en el trabajo como en el hogar, donde comparte su existencia con su inquieta e imaginativa esposa Laura y con su perro, todos ellos juntos en tranquila y afectuosa convivencia.
La cámara se identifica con el protagonista y ambos observan a la gente y sus atuendos, escuchan sus conversaciones, miran sus gestos y comparten sus problemas. A Paterson le gusta conversar con los demás, amigos o desconocidos. Cuando tiene un momento libre, especialmente en casa, escribe poemas de rima libre en un cuaderno y los textos sin al mismo tiempo redactados y leídos por él además de verse plasmados gráficamente en la pantalla.
Nos encontramos ante un cine de primera calidad construido mediante una sucesión de escenas que convierten al espectador en un voyeur que se limita a contemplar a los distintos personajes y escenarios de la ciudad, unos y otros explorados plácidamente por un Jim Jarmusch que logra asombrarnos ante la normalidad de un mundo tan ordinario como aparentemente vulgar.
El transcurso pausado e implacable de las horas y los días, sin eventos extraordinarios, convierte el film en una sucesión de tiempos supuestamente muertos, de acciones repetidas, desdramatizadas, que en vez de provocarnos aburrimiento nos sumen en una deliciosa fascinación. Esa es la magia del mejor cine. Las transiciones temporales nos son mostradas, líricamente, mediante sobreimpresiones de diferentes lugares, objetos y personas. Y aún se permite el director rendir homenaje al poeta William Carlos Williams, autor del libro Paterson, al cómico local Lou Costello y, en general, al cine clásico de los años 40 y 50 en blanco y negro.
Me ha gustado la gran sencillez y el calculado rigor de este relato que logra fusionar la función narrativa y la fuerza expresiva de las imágenes y de los sonidos en un producto audiovisual de indiscutible originalidad y mérito artístico. Para degustación de cinéfilos exigentes.
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