(3) LA DOCTORA DE BREST, de Emmanuelle Bercot.

EL NEGOCIO DE LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA
De la realizadora francesa Emmanuelle Bercot me parecieron estimables sus películas El viaje de Bettie (2013) y La cabeza alta (2015). Ahora ha adaptado al cine el libro de la doctora Irène Frachon —neumóloga de un hospital de Brest, en Bretaña— Meditor 150 mg. ¿Cuántos muertos?, añadiendo al guión informaciones recibidas de testigos y familiares de las víctimas. La doctora Frachon denunció los nocivos efectos secundarios del citado medicamento, consistentes en la hipertrofia del corazón y en el deterioro de sus válvulas sigmoideas, habiendo causado la muerte de más de 500 pacientes. Pero el organismo gubernamental encargado del control sanitario de los fármacos había autorizado su venta para uso clínico, chocando las peticiones de que fuera retirado con los intereses de la poderosa industria farmacéutica gala —miles de millones de euros de beneficios anuales— y también con los dictámenes de comités médicos y tribunales de justicia. Fue una pelea entre David y Goliat pues los laboratorios tenían como empleados a sueldo a muchos de los expertos encargados de verificar la inocuidad del producto.
Se ha comentado repetidamente el parecido de esta película con Erin Brockovich (2000) de Steven Soderberg porque la lucha de la protagonista no sólo consistió en aportar detallados informes estadísticos dirigidos a los funcionarios públicos del sector sino también en la difusión de la polémica y del libro —causantes de un escándalo nacional— a través de los medios de comunicación. La realizadora ha explicado su satisfacción por haber hecho el film ya que pertenece a una familia de médicos y frecuentó siendo joven los hospitales para asistir a operaciones quirúrgicas y a autopsias, motivo por el cual ha osado incluir en el mismo imágenes muy impactantes de cuerpos con las vísceras al descubierto. Y la actriz danesa Sidse Babett Knudsen ha encarnado con gran profesionalidad a la doctora Frachon, personaje que asume el punto de vista narrativo.
La doctora de Brest está realizada a modo de reportaje que relata de forma directa y sintética los acontecimientos que tuvieron lugar en el año 2010 sorteando la tentación de hacer una recreación sensacionalista o “artística” del caso. Hay ante todo una reivindicación de los valores éticos y profesionales que deben prevalecer en el campo sanitario mostrando con detalle la constante preocupación de la doctora por hacer resplandecer la verdad, todo ello subrayando lo justo su condición de heroína popular.
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