(3) AMERICAN HONEY, de Andrea Arnold.

VENDEDORES AMBULANTES
La inquieta cineasta británica Andrea Arnold —Red road (2006), Fish tank (2009) y Cumbres borrascosas (2011)— leyó un día un artículo del New York Times y se interesó por el tema de la venta ambulante que cuadrillas de chicos y chicas, viajando en furgoneta, realizaban por aislados pueblos del Medio Oeste de Estados Unidos, concretamente buscando suscriptores a revistas de diversas materias —armas, muebles, coches, porno, etc.— que cobraban por adelantado. La realizadora se documentó con detalle recorriendo los caminos de diversos Estados del centro del país y así surgió su primer largometraje hecho fuera de Gran Bretaña.
American Honey es el típico film independiente, rodado en interiores y exteriores naturales, con actores no profesionales —seleccionados pacientemente tras un casting—, con un equipo técnico reducido y con cámaras digitales muy simples. O sea, con una pobreza de medios buscada expresamente para dar la sensación de estar ofreciendo un reportaje de la máxima autenticidad, elaborado con mecanismos de ficción pero mostrado con formas propias del documental.
El premio del Jurado en Cannes 2016 avala el satisfactorio resultado de este singular documento sociológico que retrata fielmente esa “América profunda” poblada por trabajadores empobrecidos, de nula formación cultural y sin esperanzas en un futuro mejor, gente a la que los jóvenes vendedores intentan exprimir sus últimos dólares tras convencerles de lo provechoso de la operación, ofreciéndoles bonitas imágenes que nunca verán en directo e incluso poniendo a su alcance algo de sexo mercenario.
La película es una típica road movie que viene a caricaturizar, poniendo de relieve sus mecanismos más perversos, esa ley del mercado que se manifiesta como sagrada e intocable. El grupo de vendedores está organizado, financiado y comandado por una mujer experimentada que no sólo se queda con los beneficios sino que también los utiliza sexualmente para su propio placer. Las operaciones quizás no sean fraudulentas pero sí ilegales, fuera de todo control fiscal, pero las visitas a domicilios privados y la verborrea empleada para atrapar a los ingenuos suscriptores son un estilo de vida libremente aceptado que logra rellenar las carencias vitales —compañía, amistad, dinero, viajes, etc.— de adolescentes con familias desestructuradas que van a la busca de su propia identidad personal.
El film tiene una protagonista, una jovencita de 18 años, madre soltera, que ha abandonado a sus dos hijos para ir tras la aventura, la fortuna y el amor atravesando las interminables llanuras de la gran nación y alojándose en baratos moteles de carretera. Su sueño inalcanzado es tener una casita propia, una vida tranquila en pareja y dejar pasar el tiempo plácidamente. En la banda sonora, baladas country y una especie de rap sureño. Si a los 163 minutos originales le hubieran suprimido una hora de metraje seguramente el resultado hubiera mejorado, evitando reiteraciones, pero aún así nos encontramos ante un interesante testimonio fílmico.
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