(2) SULLY, de Clint Eastwood.

EL HÉROE DEL RÍO HUDSON
Como en muchas otras ocasiones, un típico film de “catástrofes” acaba convirtiéndose en un relato ejemplar dedicado a exaltar las virtudes heroicas de sus protagonistas. Sully es, seguramente, una de las películas menos apasionantes de Clint Eastwood —como Invictus (2009) y El francotirador (2014)—, cineasta que destaca especialmente cuando aborda las contradicciones, dudas y debilidades del sistema o de los individuos. Puede sorprender, no obstante, que el actor y realizador estadounidense de tantos buenos films se haya manifestado como un ferviente republicano, admirador de Donald Trump. De jóvenes nos hubiéramos vuelto locos ante esta aparente contradicción pero ahora ya comprendemos lo complejas y paradójicas que pueden resultar a veces las relaciones entre arte e ideología, como ejemplifican los casos del racista D. W. Griffith, de la filonazi Leni Riefensthal o del colaboracionista delator Elia Kazan, todos ellos magníficos directores de cine.
Clint Eastwood utiliza en esta ocasión el citado género de las disaster films para elaborar una detallada crónica de un suceso real acaecido el 15 de enero de 2009: el accidentado “amerizaje” en el río Hudson neoyorkino de un avión comercial, cuando una bandada de aves inutilizó los dos motores del aparato con 155 pasajeros a bordo, que rápidamente fueron rescatados con vida.
El guión se ha basado en el libro que el propio capitán Chesley “Sully” Sullenbergery Jeffrey Zarlov escribieron sobre lo sucedido, situando al veterano y experto aviador como eje del relato aunque el film se haya permitido ciertas libertades narrativas para condensar y reforzar el dramatismo del accidente con el fin de atrapar mejor la atención del espectador. En el rodaje se contó con la participación de muchas de las personas que intervinieron en el rescate real de los pasajeros y al final se incluye un breve reportaje documental con los verdaderos protagonistas de la historia, reunidos algún tiempo después para celebrar el éxito de la aventura.
Para evitar la monotonía de una reconstrucción demasiado lineal, el film se ha elaborado con abundantes flashbacks y la tópica exaltación familiar, patriótica, humanitaria y profesional se ha querido hacer más compleja con alusiones al necesario trabajo en equipo, a las dudas técnicas y morales de los dos pilotos al poner en peligro las vidas de los viajeros —se preguntaron si tomaron la decisión correcta—, a sus traumas psicológicos sometidos luego a terapia y, sobre todo, a la investigación del Comité de Seguridad Aérea, aquí en el papel de los “malos”, preocupado sobre todo por las pérdidas económicas de la empresa y, previsiblemente, por la cobertura de la compañía de seguros.
Sully tiene una buena factura técnica y la narración discurre hábilmente por senderos bastante previsibles y académicos aunque respetando siempre la verosimilitud exigible.
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