(3) ELLE, de Paul Verhoeven.

UN MUNDO DE PSICÓPATAS
Estupenda película de Paul Verhoeven que, ya en Instinto básico (1992), demostró su dominio de ese moderno subgénero que se ha denominado “psico-thriller sexual”, que supera por su mayor complejidad los esquemas narrativos clásicos de los tradicionales géneros criminales y policíacos. Sus antecedentes hay que buscarlos en el cine “negro” USA desarrollado a partir de los años 40, cuando en los relatos de violencia y asesinatos se introdujeron las teorías freudianas —el psicoanálisis— para explicar las conductas antisociales, y se pusieron de moda en el país tras el gran trauma colectivo que supuso la II Guerra Mundial.
En esta producción francesa, nutrida también con capital alemán y belga, apenas aparecen personas “normales” ya que muchas de ellas sufren algún trastorno psíquico, discurriendo el relato entre la apariencia de cotidianidad y la psicopatía, entre los modales educados y la esquizofrenia, creándose un universo oculto regido por las relaciones sado-masoquistas, por una incómoda ambigüedad moral que hace difícil la distinción entre el bien y el mal, prevaleciendo la conducta agresiva de personas que excluyen todo sentimiento de empatía con los demás.
Elle es una estupenda adaptación de la novela de Philippe Djian que describe y disecciona los vínculos familiares, laborales y de vecindad de una forma tan perversa como perspicaz, ya que combina sagazmente el drama con un humor negro que empapa toda la trama con una sutil ironía que impide a la película caer en la más exagerada truculencia.
Elle es un título relevante en la evolución del cine violento, cada vez más intimista y éticamente confuso, que va desde Cara de ángel (Otto Preminger, 1952) a La pianista (Michael Haneke, 2001), esta vez con la presencia protagonista de esa excelente actriz que es Isabelle Huppert en el personaje de Michelle, directora ejecutiva de una empresa de software creadora de video-juegos caracterizados por una mezcla explosiva de violencia, erotismo y terror. Lo profesional y lo personal, lo mercantil y lo privado, se dan aquí la mano. Y todo se desencadena tras sufrir una violación, cuando la mujer decide vengarse por su cuenta.
La habilidad narrativa de Paul Verhoeven —con un guión muy bien estructurado— consigue que el espectador, cautivo de la tensión y de las sorpresas, no separe la vista de la pantalla durante más de dos horas contemplando un desfile de situaciones morbosas y estresantes, tanto física como psicológicamente, un desfile de maltratos tanto de palabra como de manera sangrienta. El talento de todo el equipo logra que los tipos y las acciones más turbias y crueles adquieran visos de verosimilitud. Todo un mérito.
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