(2) LA FIESTA DE LAS SALCHICHAS, de Conrad Vernon y Greg Tiernan.

IRREVERENTE ANIMACIÓN ERÓTICO-FESTIVA
Los detractores de la animación suelen denigrarla tachándola de timorata y sensiblera, acusándola de estar sometida a los cándidos gustos y pueriles preferencias de su público mayoritario. Afirman que es un género “menor” concebido para el mero entretenimiento de niños y adolescentes, por lo que carece de pretensiones artísticas y de altura intelectual.
Si bien es cierto que la todopoderosa Disney impulsó una rancia y carca corriente kitsch que todavía hoy tiene su clientela —aunque recientemente ha modernizado el discurso y la estética de sus películas en un intento de adecuarse a los nuevos tiempos—, resumir su dilatada historia y su rica diversidad a una retahíla de prejuicios me parece de lo más injusto. En realidad, existen dibujos animados para adultos que abordan temáticas complejas y aspiran a trascender la simple diversión expresando hondas reflexiones y transmitiendo intensas emociones. ¿Cómo si no catalogar títulos como Persépolis (2007), Vals con Bashir (2008), Chico & Rita (2010), Arrugas (2011), El congreso (2013), The Fake (2013), Anomalisa (2015), etc.?
En otras ocasiones, es su alto contenido sexual y/o escatológico, así como su lenguaje soez, lo que eleva la calificación de una animación destinada al fácil consumo. Desde El gato caliente (1972), el sexo, las drogas y la violencia han aparecido explícitamente en la animación USA. Recuerdo, por ejemplo, que Beavis y Butt-Head recorren América (1996) y South Park: Más grande, más largo y sin cortes (1999) llenaron de chistes zafios y palabras malsonantes las salas cinematográficas en un intento de ofender a los espectadores con incómodas parodias de nosotros mismos.
Es por ello que me sorprende que en la taquilla del cine hubiera tantos padres acompañados de sus hijos para ver La fiesta de las salchichas, un film animado que, pese a su estética colorista de cuento amable y sus graciosos personajes antropomorfizados, no oculta su naturaleza irreverente y provocadora. Quizás acudieron por ignorancia, pensando que se trataba de otro producto comercial destinado a los más pequeños del hogar.
Precedida de una intensa campaña publicitaria que alerta de su contenido, La fiesta de las salchichas es una gamberrada ideada por Seth Rogen, Evan Goldberg y Jonah Hill realizada, eso sí, con habilidad y evidente conocimiento de los mecanismos del género. Llama la atención la originalidad de la historia, la vis cómica de los protagonistas, el ágil ritmo de la narración y su aceptable factura técnica. Además se incluyen ingeniosos guiños paródicos de la animación convencional que potencian su propósito desmitificador.
El tándem formado por Conrad Vernon —veterano animador de DreamWorks— y Greg Tiernan configura una versión erótico-gastronómica de Rebelión en la granja ambientada en un supermercado donde los alimentos adquieren conciencia de su trágico destino como alimento humano. Circunstancia que sirve de acicate para la sucesión incansable de gags tan irrespetuosos como audaces: alusiones sexuales constantes, burlas hacia la religión, mofas sobre el Holocausto, incorrección política sobre las diferencias culturales y el eterno conflicto palestino-israelí, drogadicción, canibalismo… cuanto mayor sea la burrada, mejor. Todo ello rematado con una orgiástica escena final que alcanza niveles insólitos de vulgaridad y cachondeo.
Ante tanta transgresión, mi veredicto es claro. Bienvenida sea para despertar conciencias: fuera hipocresías, basta de sobredosis de edulcorante, se acabó tanto remilgo y tanta tontería. Ya era hora. Sólo por eso ya vale la pena.
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