(1) INFERNO, de Ron Howard.

DANTE Y EL ECOTERRORISMO
La lucrativa fórmula literaria que ha catapultado a Dan Brown al éxito tiene su equivalente cinematográfico en un aplicado Ron Howard capaz de trasladar a la gran pantalla esta endeble franquicia adscrita al género policíaco que combina descabelladas teorías conspiranoicas, presunta erudición académica y acción enmarcada en espléndidos e icónicos escenarios. Ello proporciona al lector/espectador una rústica aproximación a la cultura clásica utilizando, para hacer más atractivo el producto, ingredientes narrativos propios del bestseller más convencional: tiros, explosiones, huidas y persecuciones, venganzas, etc.
La tercera entrega de la saga, tras El código Da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009), repite exactamente el mismo molde de sus predecesoras cambiando, eso sí, las obras maestras que ocultan pistas y las bellas localizaciones de postal turística donde los protagonistas, liderados por el afamado simbologista Robert Langdon, van y vienen en una frenética búsqueda del tesoro escondido, la verdad oculta o en este caso una bolsa con un virus mortal capaz de diezmar a la población mundial que un grupo ecoterrorista planea propagar desde un lugar tan ilógico como improbable. En esta ocasión La divina comedia, de Dante Alighieri, sirve de excusa para articular los misterios que deberá resolver nuestro intrépido profesor de la Universidad de Harvard.
El problema es doble, pues por un lado toda la cháchara historicista y de cultura general se queda en una mera anécdota, pues la trama principal gira en torno al enfrentamiento entre la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la mencionada secta de iluminados que pretende castigar la Humanidad por el daño que provoca en el medio ambiente, siendo el docente el nexo de unión de ambos bandos. Por otro lado, en Inferno se revela con total descaro una renuncia a cualquier atisbo de verosimilitud llevando al extremo una delirante intriga que mezcla alegremente monumentos de Florencia, Venecia y Estambul, la citada obra de Dante y los siniestros planes del villano de turno. Un cóctel demasiado rebuscado para paladares exigentes.
Asimismo, el film decepciona por su torpe y caprichosa narrativa, un argumento que hace aguas por todas partes y una historia que avanza de manera confusa y arbitraria. Lejos queda ya la frescura del título fundacional. Y para colmo, el Tom Hanks de Inferno apenas se cree a su personaje, siendo un autómata que descifra enigmas cada vez que abre la boca. Aquí el misterio ya no es un desafío intelectual en la trama, es un mero trámite administrativo.
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