IMANOL URIBE: “PERDONAR EXIGE ESFUERZO Y SACRIFICIO”.

Un fortuito encuentro en tierras de Almería entre un ex-etarra arrepentido y la hija de una de sus víctimas es la chispa que enciende la trama de Lejos del Mar, la nueva película de Imanol Uribe que se estrena con retraso tras ser presentada en la sección oficial del Festival de Cine de San Sebastián 2015 en una proyección especial fuera de concurso. Un drama que aborda el terrible peso del pasado y que, huyendo de connotaciones políticas, nos incita a reflexionar sobre los límites del perdón y del arrepentimiento en esta nueva etapa post-ETA, en un poderoso duelo interpretativo entre Elena Anaya y Eduard Fernández.
¿Cómo surge la idea de la película?
No es la primera vez en mi filmografía que retrato la realidad del terrorismo etarra, como bien sabes. Pero el anuncio del cese definitivo de la actividad armada de ETA el 20 de octubre de 2011 cambió drásticamente la situación y el cine debe reflejar esa nueva situación. La pregunta es… ¿y ahora qué? La película intenta reflexionar sobre las terribles consecuencias de la violencia a largo plazo y a nivel íntimo, sin lecturas políticas. Porque no hay que olvidar que aquellos actos de barbarie generaron un gran impacto social pero lo que no se conoce son las secuelas permanentes que causaron en las víctimas. Hay heridas muy difíciles de curar a pesar del paso del tiempo. Ya se me ocurrió una historia sobre el arrepentimiento y el perdón en los años 90, pero entonces fue imposible de materializarla por el durísimo contexto de atentados, asesinatos, secuestros y extorsiones cotidianas. En el 2014, tras la paralización de otro proyecto en el que estaba trabajando, propuse al guionista Daniel Cebrián retomar el tema y aquí estamos.
¿Porqué el título Lejos del mar?
Obedece a los años que Santi ha estado preso. Había material que finalmente no he metido en la versión definitiva en el que el protagonista mira entristecido un cuadro de una playa mediterránea. Pasarse casi un tercio de vida en la cárcel te da mucho tiempo para reflexionar sobre los hechos que te han llevado allí, sobre el sentido de tu existencia, sobre la responsabilidad de los actos… No es baladí que muchos ex-convictos lo primero que hacen cuando salen de prisión es visitar una playa, ver el mar. Quizás el mar sea un hermoso símbolo de libertad.
¿Los personajes, tanto la víctima como el verdugo, están basados en personas reales?
Escogimos dos personajes de ficción porque no queríamos poner nombres y apellidos verídicos a la historia, deseábamos disfrutar de la libertad del anonimato. Los protagonistas representan, eso sí, los casos más extremos del conflicto: Santi (Eduard Fernández) es un etarra arrepentido que, tras más de 20 años encarcelado, sale de la cárcel aprovechando la doctrina Parot. Mientras decide qué va a hacer con su nueva vida viaja al sur de la península con la excusa de visitar a un antiguo compañero de celda que está muy enfermo. Hemos evitado caer en tópicos y clichés, describiéndolo como un tipo educado y empático, no es un monstruo. Marina (Elena Anaya) es víctima del terrorismo pues su padre fue asesinado delante de ella mientras paseaban por la calle. Ella tenía 8 años y presenció toda la escena, por lo que vive con el trauma más o menos controlado. Aún así, tiene una vida normal: es médico, está casada y tiene un hijo.
Su encuentro provoca la chispa que reaviva los recuerdos y se desata el descontrol.
Se produce un encuentro casual entre ellos y la víctima vuelve al punto de partida. No quisiera destripar la trama, pero puedo hablar de la relación perversa que se crea entre ellos. Lo interesante del film es que muestra una evolución. Inicialmente se reacciona con violencia, pero progresivamente se inicia un intercambio de emociones y sentimientos en el que va saliendo todo a la luz. Así se despliega el tema principal: el perdón, la necesidad de dialogar y superar así el odio. Esa es la nueva situación de Euskadi. Tras el fin de la violencia, ahora conviene afrontar el pasado y salir adelante. Hay que pasar página, pero evidentemente primero hay que leerla, conocerla y asumirla. Pero perdonar exige esfuerzo, sacrificio. Es comprensible que no todo el mundo puede ni quiere perdonar. El odio es instintivo y primario, es el camino fácil.
Sobre el arrepentimiento y el perdón conviene destacar que hay antiguos etarras que han ido a homenajes de sus víctimas con sus familiares. ¿Os inspirasteis en algún caso concreto?
No porque me daba temor que se politizase la película. En este caso he confiado en los propios actores para dar tridimensionalidad a los personajes. Ellos se involucraron en la historia y en la caracterización de Santi y Marina. Aportaron muchas ideas que finalmente se llevaron a la práctica.
Hablas en Lejos del mar del dolor de las víctimas, pero también del dolor y el sentimiento de culpa de los verdugos, casi en situación de igualdad. ¿No temes que te acusen de una posición ambigua sobre la violencia terrorista?
Yo no he tratado de atemperar el daño causado por el protagonista. Fue un asesino despiadado. Pero le ha caído todo el peso de la ley y ha cumplido con la Justicia. En ningún momento he justificado lo que hizo en su juventud. Pero ahora está arrepentido. Si mostrar que el antaño verdugo sufre ahora el estigma de su pasado violento, que le impide vivir con normalidad, es jugar con la ambigüedad es una forma un poco torticera de ver las cosas. Precisamente he huido del dogmatismo. Estamos en una nueva etapa en el País Vasco y ahora se puede hablar alto y claro de estos temas. Humanizar al “monstruo” es una forma de pasar página, de demostrar que aquellos tiempos de barbarie se han acabado. La película no pretende tomar partido por nada ni por nadie en general, se aleja de connotaciones políticas, sólo relata el conflicto interior de dos personajes traumatizados por un suceso atroz acaecido años atrás.
¿Alguna vez te has censurado a ti mismo en el tratamiento de estos polémicos temas?
Jamás. Siempre he hecho lo que he creído que debía hacer. Otra cosa es que, como cualquier persona, tengo una conciencia que me advierte de los límites de lo ético, de lo aconsejable.
Pau Vanaclocha
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