(4) KUBO Y LAS DOS CUERDAS MÁGICAS, de Travis Knight.

HERMOSA FÁBULA ANIMADA
Hacía mucho tiempo que no me pasaba. He salido embelesado del cine tras disfrutar y emocionarme viendo una película animada: Kubo y las dos cuerdas mágicas. Los amantes de este infravalorado género tenemos un ejemplo más para desmontar prejuicios ancestrales que lo condenan injustamente recurriendo a falsas premisas como su supuesta condición de efímero entretenimiento, su presunta querencia por la ñoñería —cuánto daño ha hecho Disney— o su hipotético carácter infantil debido a su público mayoritario. No, amigos. Más allá del inexorable afán comercial que invade la programación de las salas cinematográficas, existen dibujos animados que trascienden su carácter industrial para elevarse a obra artística; expresando ideas y sentimientos complejos, desafiando intelectualmente al espectador, combinando distintos niveles de lectura y sin ocultar el reverso perturbador y tenebroso de la existencia humana.
Se trata del 4º largometraje de los estudios Laika, productora estadounidense de animación tradicional fundada en 2005 y conocida por Los mundos de Coraline (2009), El alucinante mundo de Norman (2012) y Los Boxtrolls (2014). Su asombrosa capacidad de inventiva y su brillante exquisitez formal consiguen encumbrar el presente film a un estadio superior ofreciendo una auténtica filigrana visual sustentada en un sólido guion que evoca populares figuras y exuberantes paisajes de la mitología oriental en un emotivo homenaje a diversas artes plásticas japonesas como el origami, el kabuki y el anime.
Ambientado en un Japón medieval poblado de mitos y leyendas, el joven Kubo se gana la vida como juglar en una aldea perdida contando las gestas de un poderoso samurái mientras toca su shamisen, acompañado de las figuras de papel que cobran vida al son de la música. Pero su pasado reaparece, acabando con la vida de su triste madre. Deberá ir en busca de una armadura legendaria para derrotar la amenaza, encontrando en su camino a estrafalarios personajes como un mono y un escarabajo antropomorfizados que le ayudarán en su misión, cerrando una trama de redención familiar promovida por un conflicto doméstico entre dioses y mortales.
Realizado a la antigua usanza, mediante la técnica artesana del stop-motion, Kubo y las dos cuerdas mágicas es un gesto intrépido de resistencia en plena era digital. Pero es la magnitud de la historia, la entidad de sus personajes y la honda textura emocional lo más destacable de la película: partiendo del viaje iniciático de un joven destinado a convertirse en héroe, Travis Knight configura una hermosa fábula, poética y melancólica, sobre la pérdida de un ser querido, la búsqueda de la propia identidad y la superación del miedo como proceso natural de madurez personal. Resulta sorprendente que siendo la opera prima del presidente ejecutivo de la compañía, el relato parece más la obra de un trovador que la de un gestor. Todo ello asistido con imágenes de gran belleza y una hermosa banda sonora de Dario Marianelli.
Recomendada para los amantes de la animación y, muy especialmente, para sus detractores. Que todavía los hay.
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