(3) SUBURRA, de Stefano Sollima.

MAFIA Y POLÍTICA: LAS ALCANTARILLAS DE ROMA
Con esta co-producción franco-italiana se presenta en nuestras pantallas Stefano Sollima, a quien los expertos cinéfilos conocerán por haber realizado la serie televisiva Gomorra, una extensión del film de Matteo Garrone, y por ser hijo del estimable Sergio Sollima que, en los años 60 y 70 del pasado siglo se especializó en películas de agentes secretos, spaghetti-westerns y relatos de aventuras. Su hijo Stefano ha respetado las exigencias comerciales de los géneros —la lluvia constante sobre los cristales como efecto estético para crear determinado ambiente, las jóvenes prostitutas frecuentemente desnudas…— pero su thriller contiene ya más elementos cotidianos y la violencia de algunas escenas —sin estilización ni elipsis alguna— alcanza un nivel casi insoportable, sin duda como consecuencia también de la novela que ha adaptado, original de Giancarlo de Cataldo y Carlo Bonini, que afirman haberse inspirado en sucesos reales.
El relato concentra los sucesos en una intensa semana de noviembre de 2011, en los mismos días en que el papa Benedicto XVI —el ex cardenal alemán Ratzinger— decide despojarse de la mitra y dejar la sede pontificia vacante. El título de Suburra alude al nombre que tenía el antiguo puerto romano de Ostia, un barrio de los suburbios repleto de tabernas y burdeles caracterizado, en tiempos del imperio, por ser lugar de encuentro entre nobles y criminales, que eran contratados como “mano de obra” ejecutiva para favorecer los negocios de los ricos patricios. La historia de la ciudad, pues, apenas ha cambiado aunque supongo que Stefano habrá revisado también la película Ciudad violenta que su padre dirigió en 1970.
Realizada con pericia narrativa, con imágenes muy expresivas, un ritmo sin pausas y unos personajes-actores totalmente verosímiles, Suburra no pierde interés a lo largo de su metraje mientras nos desvela la trastienda del gran proyecto urbanístico de convertir el viejo puerto de Ostia en una nueva Las Vegas con multitud de hoteles, casinos, discotecas y bares. Para ello hay que apropiarse de los terrenos y promulgar una ley en el Parlamento que permita esta magna operación especulativa. Y es aquí donde la película muestra su habilidad para enhebrar las alianzas y rivalidades entre la “casta” política y una mafia dividida en familias enfrentadas por el negocio, con la complicidad financiera del Vaticano y su estrategia de cerrar los ojos para no ver nada de la suciedad y la sangre que se está derramando sobre la capital italiana.
Suburra es un interesante ejemplo de cine “negro” moderno elaborado narrativamente en torno a la corrupción cívica, la codicia por el dinero y la ausencia de escrúpulos éticos. Todo vale para que no decaiga la dolce vita: orgías de sexo y droga, sangrientas venganzas y crímenes para eliminar a la competencia… De Nápoles hemos pasado a Roma ascendiendo un peldaño en cuanto al protagonismo de una clase dotada de mayor riqueza y refinamiento. Pero la podredumbre y la rapiña no han hecho más que extenderse en el entramado social. Un tema se sobra conocido.
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