(3) EL ARQUITECTO DE NUEVA YORK, de Eva Vizcarra.

UN ESPAÑOL EN LA GRAN MANZANA
El arquitecto Rafael Guastavino (1845-1908) era prácticamente desconocido en Valencia, donde nació en una casa ya derruida —frente a la que yo aún llegué a transitar, en la actual plaza de la Reina— junto a la Catedral, pese a haber sido uno de los profesionales de la edificación más importantes e innovadores de los Estados Unidos de América y, por extensión, del mundo.
La primera noticia de su existencia y de la relevancia de su labor me llegó hace unos pocos años a través de un reportaje emitido por TVE. Ahora Eva Vizcarra y su equipo han recopilado abundantes materiales de archivo —fotos, planos, testimonios orales de expertos y descendientes, etc.— que nos proporcionan un conocimiento bastante amplio del biografiado, que cursó estudios en Barcelona y que en 1880 marchó como emigrante con uno de sus hijos —pasando por la isla de Ellis— a Norteamérica en busca de fortuna.
Detrás dejaba una vida aventurera llena de avatares diversos —abandonó a su familia, tuvo varias amantes, afrontó problemas económicos, cometió una estafa, etc.— hasta su gran triunfo en USA, tras no pocos esfuerzos y dificultades, alcanzando por fin el llamado “sueño americano”. Fue conocido como “el arquitecto de New York” gracias a sus importantes realizaciones y a una serie de novedosas técnicas constructivas inspiradas en algunos de los estilos mediterráneos: cúpulas, bóvedas y arcos hechos con materiales cerámicos poco pesados, baratos y, sobre todo, resistentes al fuego.
Este film documental no sigue un orden cronológico sino que está estructurado mediante bloques temporales montados primordialmente con criterios temáticos que requieren la utilización de algunos flashbacks. La fama y la riqueza de Rafael Guastavino fueron notables pues le encargaron importantes proyectos en Nueva York y en otras importantes ciudades del país: el Carnegie Hall, la estación de metro City Hall, el edificio de la Reserva Federal, el puente de Queensborough —esplendoroso fondo de una escena de Manhattan (Woody Allen, 1979) mientras suena la música de George Gershwin—, la gran Estación Central de ferrocarriles, la catedral de San Juan el Divino, etc.
Los profesionales de la arquitectura no deben precedérsela y los profanos hemos aprendido muchas cosas viéndola.
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