(3) THE BEATLES: EIGHT DAYS A WEEK, de Ron Howard.

EL CUARTETO DE LIVERPOOL
Este documental con imágenes remasterizadas y sonidos limpios de impurezas se centra básicamente en los conciertos y giras de Los Beatles entre 1962 —en pequeñas salas de Liverpool y Hamburgo— y 1966 —en grandes estadios repletos, aunque en España las autoridades franquistas hicieron todo lo posible en 1965 para que fracasaran en Madrid y en Barcelona—. Aquí los primeros ecos de la beatlemanía llegaron a finales de 1964 y principios de 1965 —discreta acogida del film Qué noche la de aquel día (1964) de Richard Lester— porque en este país atrasado y oprimido apenas habíamos superado el gusto por las canciones de Antonio Machín y del Dúo Dinámico.
El grupo británico fue evolucionando a lo largo de su carrera, pero para las mentes conservadoras siempre fue un mal ejemplo para la juventud con sus cabellos largos, sus melodías chirriantes, su humor irreverente, su nulo respeto a las tradiciones, su apología del amor carnal sin frenos moralizantes… hasta desembocar en el consumo de sustancias prohibidas y en unos vestidos considerados demasiado extravagantes. En Estados Unidos, el famoso show televisivo de Ed Sullivan (1964) les abrió las puertas de América y del mundo entero pero en 1966, tras el concierto de San Francisco, acosados por multitudes histéricas, inaudibles por el fuerte e incesante griterío y agotados por sus largos viajes, decidieron concentrarse en la grabación de discos en estudios, lo que les permitía experimentar e innovar más en el mundo sonoro, aunque su último concierto en vivo —previo a su disolución— tuvo lugar en 1969 en una terraza londinense, rodeados de unos cuantos amigos y conocidos.
La importancia de Los Beatles no sólo descansa en su condición de explosivo fenómeno musical popular —desde el beat a la psicodelia, desde el orientalismo al vanguardismo—, complementario y contemporáneo al de los Rolling Stones, más volcados en el rock & roll, sino también como hito sociológico en cuanto a que hicieron de los jóvenes los protagonistas de su propia vida, impusieron nuevos valores como la libertad, la amistad y el hedonismo, poniendo fin —como también el free cinema británico— a la interminable y puritana era post-victoriana. Lo joven y lo moderno se pusieron de moda y eso que ellos eran sólo cuatro muchachos procedentes de la clase obrera, dos de ellos huérfanos de madre y con familias poco convencionales.
La película de Ron Howard es fruto de una amplia recopilación y de un aplicado montaje de materiales de muy diversa procedencia: filmes de explotación comercial, reportajes, cintas y fotos amateurs, emisiones de TV, etc. en las que hay mucha música y canciones pero también entrevistas y declaraciones. En las imágenes más antiguas —en blanco-negro— aparecen los cuatro beatles junto a Brian Epstein (manager) y George Martin (productor), pero hay fragmentos posteriores en los que evocan ya el pasado los supervivientes Paul McCartney y Ringo Starr además de otros importantes testigos directos de sus tiempos de esplendor. Dato significativo: en ningún momento se alude a la crisis y separación del cuarteto en 1970 y a la supuesta rivalidad entre Paul y John Lennon, agravada al parecer por la presencia perturbadora de Yoko Ono.
El film demuestra que su rebeldía —desde luego menos individualista y gamberra que la de los admirables Rollins Stones— desmiente el mito de una docilidad propia de “buenos chicos” pues su compromiso social quedó patente cuando se opusieron a la segregación racial en el sur de los USA y defendieron la bandera del pacifismo en los tiempos turbulentos de los asesinatos de John F. Kennedy y de su hermano, de Martin Luther King, de Malcolm X y de la guerra de Vietnam.
Finalmente, como epílogo, se ofrece al espectador la intervención de Los Beatles en un concierto de Nueva York, en un estadio a rebosar, 30 minutos de buenas canciones que harán las delicias de los fans y que descubrirán a los más jóvenes todo el fascinante universo musical que ya existía 50 años antes.
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