(1) LOS SIETE MAGNÍFICOS, de Antoine Fuqua.

MERCENARIOS DE LA JUSTICIA
Un encuentro fortuito en una sala cinematográfica me permitió disfrutar, meses atrás, de un interesante debate entre compañeros cinéfilos sobre el presunto ¿resurgimiento? del western tras un prolongado letargo. A nadie se le escapa que títulos recientes como Valor de Ley (2010), Deuda de honor (2014), Slow West (2015), Los odiosos ocho (2015), El renacido (The Revenant) (2015) y Bone Tomahawk (2016) han revitalizado este género, adaptando sus rígidos códigos a los gustos actuales. Ahora bien, ¿estamos ante una simple moda pasajera o un arraigo duradero? El tiempo lo dirá.
El nuevo film de Antoine Fuqua se suma a la lista confirmando, en cierta medida, el progresivo aumento de popularidad de una temática nunca olvidada pero sí relegada injustamente a la insignificancia. Su condición de remake no debe empañar su dignidad, aunque es cierto que se ha puesto el listón muy alto debido a la inevitable comparación con su referente.
Efectivamente, Los siete magníficos (1960) de John Sturges —a su vez adaptación hollywoodiense de Los siete samuráis (1954) de Akira Kurosawa— le hace sombra al espectáculo pirotécnico de Fuqua, pero no debemos obviar los méritos de la película. Comenzando por un atractivo reparto lleno de rutilantes estrellas —Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke, Vincent D’Onofrio, entre otros—, una excelente fotografía y ambientación —que recrea con un apropiado realismo sucio el viejo Oeste americano— y una progresiva dosificación de la acción que concluye con una aparatosa y truculenta escena final. ¿Alargada artificialmente? Seguramente. ¿Excesiva? Sin duda. Pero es un cine diseñado para el entretenimiento. Y consigue su objetivo.
Es cierto que el realizador se preocupa más por la cantidad que por la calidad. Para el veterano espectador amante del cine clásico, la presente Los siete magníficos es una versión frenética e hiperbólica de la original, que huye deliberadamente de la reflexión y la contemplación. Por eso nunca alcanzará el talento, la gracia y la consistencia de aquel mítico western de antaño.
Además, en su pretensión de actualizar el relato a los usos y costumbres de hoy, el film es depurado de rancios tópicos retrógrados y sazonado de corrección política. En el grupo de anti-héroes se añade un negro, un asiático y un latino, por aquello de las cuotas de mercado. Sutiles cambios que, una vez evidenciados, ponen de manifiesto la fría y aséptica mecanicidad de los productos industriales recientes.
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