(2) CERCA DE TU CASA, de Eduard Cortés.

DESAHUCIADOS
Esta película, por su tono testimonial y crítico, me recuerda a nuestro comprometido y bienintencionado cine “independiente” de los años 60-70 —pero ahora realizado con más medios— aunque las dificultades para su rodaje, especialmente la financiación, hayan surgido de nuevo tanto por el incómodo tema abordado como por la obstruccionista política cultural del gobierno. La cuestión es que, a mi parecer, Cerca de tu casa es una obra tan necesaria como limitada, una más en la irregular carrera de Eduard Cortés (Barcelona,1959), cuyo mejor logro fue quizás Otros días vendrán (2005), aún habiendo contado ahora con la colaboración de Silvia Pérez Cruz —actriz protagonista y autora de la música— y Sol Picó —coreografía—.
El film nunca recurre a un lenguaje conceptual sino ante todo al sentimental —el del melodrama— para narrar el drama familiar y social de los desahucios, con la pérdida de la vivienda por no poder pagar las cuotas mensuales de la hipoteca tras la crisis económica de 2007 y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, con su consecuente aumento del desempleo y la falta de recursos personales para amortizar el préstamo recibido.
El relato está bien documentado, como se evidencia en ese plus que todavía se debe al banco tras el desahucio porque los precios reales de las viviendas se han desplomado y éstas ya no cubren la totalidad de la deuda más los intereses, en la baja autoestima, depresión y problemas conyugales de los implicados además de las dificultades de convivencia en la casa de los familiares y el sentido de culpa de algunos empleados bancarios y agentes policiales ejecutores de los lanzamientos que se ven obligados a cumplir las inhumanas órdenes recibidas.
La película está contada con esa rabia popular que nutrió el espíritu del 15-M y que ha heredado el partido Podemos, pero creo que no ha encontrado la forma narrativa pertinente como evidencian esos para mí inadecuados números coreográficos callejeros y las canciones —algunas en inglés— colocadas seguramente para hacer más llevadero el drama de los nuevos “sintecho”, víctimas de un proceso legal realmente complejo y repleto de implicaciones financieras, psicológicas y sociales.
Al film le falta capacidad de síntesis y dedicación al análisis político-económico de la cuestión, con el peligro de que todo quede reducido a un generoso alegato humanitario. Este inconveniente se ha intentado superar mediante el uso de varios rótulos con datos estadísticos sobre el elevado número de afectados y la pasividad del gobierno —que sólo se ha preocupado de “rescatar” a los bancos para salvarlos de la quiebra— y con una llamada final a la solidaridad del colectivo ciudadano.
Las mismas intenciones, pero mucho mejor resueltas estilísticamente, tuvieron ya Jacques Demy en Una habitación en la ciudad (1982) y Tom Hooper en Los Miserables (2012).
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