(3) LOS CABALLEROS BLANCOS, de Joachim Lafosse.

EL INFIERNO DE LAS BUENAS INTENCIONES
Joachim Lafosse es un prestigioso y galardonado cineasta belga de 41 años de quien pudimos ver estrenados en Valencia Propiedad privada (2006) y Perder la razón (2012). Los caballeros blancos es su sexto largometraje, rodado en Marruecos y premiado en el festival de San Sebastián con la Concha de Plata al mejor director. Constituye un relato complejo con personajes llenos de contradicciones ya que puede interpretarse también como una parábola sobre las difíciles relaciones entre Europa y África, con un fuerte contraste entre la riqueza y la pobreza que sólo puede generar desigualdades, abusos e injusticias.En la misión humanitaria que narra el film podemos atisbar una dimensión tanto política —el neocolonialismo— como moral —los límites de la solidaridad, convertida en caridad o en negocio— partiendo del error de querer hacer el bien sin respetar la soberanía de cada nación ni los sentimientos de los habitantes del llamado Tercer Mundo. Los miembros de la ONG Move for kid en este caso, con Jacques Arnault —el estupendo actor Vincent Lindon— al frente, acaban perdiendo contacto con la realidad y se inventan sus propias reglas del juego movidos por una mezcla de emociones y de intereses.
La película está inspirada en hechos reales: la operación Arca de Noé, que acabó en los tribunales, donde se debatió si los cooperantes eran sólo unos idealistas o si vulneraron conscientemente las leyes de un país extranjero. Pero Joachim Lafosse ha declarado que en su cine no interesa la fidelidad documental sino la creación imaginativa que ofrece la ficción al permitir reflexiones más ricas y profundas sobre el mundo desde un punto de vista más libre y personal, aunque también es posible que sus palabras obedecieran a una estrategia defensiva ante posibles demandas judiciales dado que su film es de los calificados como “políticamente incorrectos”.
En este caso, la ayuda humanitaria se dirige al Chad para recoger a pequeños huérfanos y entregarlos en adopción a familias francesas. Se trata de un país centroafricano, una república presidencialista con más de diez millones de habitantes y casi 1.300.000 km2 de territorio donde se habla francés, árabe y dialectos tribales. Desde su independencia en 1960 no han cesado las guerras territoriales y las civiles entre las diversas etnias, la última entre el ejército gubernamental y los rebeldes apoyados por Sudán, por lo que la ONU ha establecido una zona de seguridad en Darfur.
En este marco geopolítico se desarrollan los hechos narrados por la película, situaciones repletas de dificultades, problemas y presiones. Pero este plan humanitario, aparentemente altruista, lleva aparejadas elevadas sumas de dinero ya sea en forma de financiación por los futuros padres adoptivos, sobornos a los jefes de los poblados, gastos en transportes y en personal auxiliar, etc., todo lo cual confiere a la aventura una notable ambigüedad caracterizada por el choque entre las buenas intenciones, la dura realidad y los intereses ocultos. En resumen, la crónica de una misión imposible.
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