(2) JASON BOURNE, de Paul Greengrass.

EL ESPÍA INCANSABLE
Nueva entrega de la ya longeva saga del letal superagente secreto Jason Bourne que cuenta como principal aliciente el anhelado regreso del tándem que la convirtió en paradigma del cine de acción contemporáneo: el realizador Paul Greengrass y el actor Matt Damon. Así, tras la accesoria El legado de Bourne (2012), un esmerado pero fallido intento de continuar la serie sin su protagonista, Jason Bourne supone la consagración definitiva, por si alguien tenía alguna duda, tanto de su fórmula narrativa como de su icónico personaje, alcanzando una estilización formal y conceptual que coquetea con la abstracción.
En ese sentido, Jason Bourne recupera el ritmo vertiginoso, la espectacularidad y el suspense de los primeros títulos. Puro entretenimiento. Ahí están el prólogo en las calles de Atenas y el desenlace en las calles de Las Vegas. Pero nada más. De hecho, a no pocos espectadores el frenético montaje de brevísimos planos les resultará incómodo; la prolongación de la intriga artificiosa y el encadenamiento de interminables secuencias con persecuciones, tiros y explosiones tedioso. ¿Empieza a agotarse el “sello Greengrass”? ¿O simplemente nos hemos acostumbrado ya a él? El tiempo lo dirá.
En cuanto al contenido, el film aporta breves pinceladas de la vida privada del espía amnésico que, una vez recuperados sus recuerdos, se enfrenta a su antigua agencia en medio de una turbia y compleja trama de espionaje masivo, cyber-terrorismo y control ciudadano. Eso sí, el planteamiento de la historia no puede gozar de mayor vigencia, pues a nadie puede escapársele el claro conflicto entre seguridad y libertad, omnipresente en la película.
Es por ello que debe reconocerse que la saga protagonizada por Jason Bourne ha actualizado el género de espías. Lejanas quedan ya las tramas propias de la Guerra Fría protagonizadas por el desfasado 007; ahora la acción se ubica en plena era WikiLeaks, por lo que el público ha perdido la inocencia. Y el personaje de Alicia Vikander, una experta en cibernética de la CIA, sintetiza todas las dudas e inquietudes del ciudadano actual tras el estallido del caso Snowden. Encarnando el papel de subordinada, vislumbra la tentación liberticida de una institución creada para garantizar el orden, temiendo que el poder use el desarrollo tecnológico para controlar y someter a los ciudadanos en nombre de la seguridad. Bourne asumiría aquí el rol de héroe fugitivo que depura los elementos corruptos del sistema sin llegar a ponerlo en cuestión.
Un final abierto allana el camino para una nueva ración de aventuras de este agente secreto que nunca descansa. Pobrecito, deberían dejarle en paz de una vez por todas.
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