(2) EL CASO FISCHER, de Edward Zwick.

JAQUE MATE
Edward Zwick es un discreto realizador —aunque bien considerado por la industria de Hollywood— de cuyas películas sólo destacan El último samurái (2003), Resistencia (2008) y Amor y otras drogas (2010). Su último trabajo es una biografía del campeón mundial de ajedrez, el estadounidense Bobby Fischer, que en 1972 venció al soviético Boris Spassky en el campeonato celebrado en la capital de Islandia.
El cine ha abordado en contadas ocasiones y sin mucha fortuna el tema del ajedrez. Rebuscando mucho podemos citar La fiebre del ajedrez (V. Pudovkin, 1925), Jaque a la reina (Raymond Bernard, 1927), Juego de reyes (Gerd Osvald, 1960), Jugada decisiva (Cy Endfield, 1963), El jugador de ajedrez (Wolfgang Petersen, 1978) y La partida de ajedrez (Yves Hanchar, 1994).
En esta ocasión, Edward Zwick y sus guionistas han pretendido compaginar los tópicos del biopic —la exaltación de los relevantes méritos del protagonista— con el retrato realista, incluyendo los defectos de todo ser humano, del personaje recreado, en este caso la psicosis paranoica de un Bobby Fischer hijo de madre soltera comunista, pequeño judío de Brooklyn que ya de niño sobresalía como excelente jugador de ajedrez. Aquí el enfrentamiento entre el ciudadano USA y el campeón soviético se convierte en una pugna de interés político nacional, por su dimensión mediática y propagandística en plena Guerra Fría, con Nixon y Kissinger apoyando en la sombra el triunfo de su ya famosa estrella mundial.
Tobey Maguire (Fischer) y Liev Schreiber (Spassky) se esfuerzan y destacan en la creación de sus respectivos personajes pero no pueden convertir en bueno un guión que no logra sortear los habituales latiguillos del género cuando retratan a los grandes campeones: locos, raros, atormentados, maniáticos, geniales, egocéntricos, caprichosos… La película no constituye por ello un apasionante o simplemente certero relato sobre el difícil, frío y cerebral juego del ajedrez, tan poco espectacular y cinematográfico, pese a recurrir a diversos efectismos y trucos dramáticos, alargando la duración del film con un suspense y un sensacionalismo que no convencerá a los verdaderos aficionados al antiguo arte del tablero con piezas y casillas blancas y negras.
La película intenta, pese a todo, mostrar la verdadera vida de su protagonista no sólo regresando a su infancia sino también a su ruina económica y a su progresiva degradación física y mental tras ganar el campeonato del mundo. Bobby Fischer acabó convertido en un desequilibrado psíquico, en un marginado social, en un vagabundo recluido en prisión, viviendo exiliado en Islandia hasta su muerte en 2008. Su segundo triunfo contra Boris Spassky, en un campeonato no oficial organizado en 1992, le sirvió de poco.
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