(1) PETER Y EL DRAGÓN, de David Lowery.

MI AMIGO EL MONSTRUO
Posiblemente, la generación que ahora atraviesa los 40 retenga en la memoria fragmentos de una obra menor de Walt Disney titulada Pedro y el dragón Elliot (1977), candoroso musical que integraba dibujos animados y actores reales dirigido por Don Chaffey, en el que un niño huérfano y un simpático dragón protagonizaban divertidas aventuras. No llegaba al nivel de producciones anteriores de similares características como Mary Poppins (1964) o La bruja novata (1971), pero a un servidor le agradó su tono desenfadado y jocoso y, para la tosquedad de su técnica de animación vista a posteriori, resultaba hasta encantadora, con personalidad propia.
En pleno proceso de revisión y actualización de su vasto patrimonio, la casa del ratón nos ofrece un remake del citado film en el que no solo se adapta al formato digital con sus deslumbrantes posibilidades técnicas, sino que se acomoda a los gustos y tendencias del público infantil y juvenil actual, al precio de alterar completamente el tono de la cinta original. Así, la travesura es sustituída por el conflicto familiar; las canciones desaparecen de su banda sonora para centrarse en el drama personal; y se añaden las correspondientes dosis de mensaje ecologista. La visión de la infancia ha sido “oscurecida” para mostrar su faceta sombría y problemática, de acuerdo con los nuevos cánones posmodernos del cine infantil contemporáneo, al estilo de Donde viven los monstruos (2009), de Spike Jonze.
Como resultado, Peter y el dragón es un relato claroscuro que retrata esa problemática etapa vital donde la fértil e ingenua cosmovisión del niño entra en colisión con la complejidad de la vida adulta, añadiendo la trama fantástica del dragón Elliot que añade toneladas de ternura y sentimentalismo, sello inconfundible de la corporación. Eso sí, el nivel de detalle y realismo alcanzado en la creación virtual del quimérico animal es espectacular.
La versión que nos ofrece David Lowery, su primera incursión en el género, aporta un numeroso elenco de actores consagrados encabezado por Robert Redford y Bryce Dallas Howard y un guión fruto de un trabajo colectivo que rinde homenaje —por no decir que imita o reproduce— a conocidos personajes y situaciones de emblemáticos títulos: el chico asilvestrado de El pequeño salvaje (1970), la amistad entre niño y “monstruo” de E.T. El extraterrestre (1982) y la captura e intento de explotación comercial del mismo de King Kong (1933).
Una resolución gratificante, en el que se elogia a la familia y se resuelven todas las desavenencias, es la guinda de un pastel servido para satisfacer públicos masivos sin un paladar demasiado exigente. Para qué arriesgar si la fórmula funciona.
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