(3) SUNSET SONG, de Terence Davies.

ESCOCIA, A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
De Terence Davies (Liverpool, 1945), uno de los más destacados autores del cine europeo, sólo habíamos podido ver aquí dos obras maestras —El largo día acaba (1992) y La biblia de neón (1995)— y tres películas de visión muy recomendable —Voces distantes (1988), La casa de la alegría(2000) y The Deep Blue Sea (2011)—. En varias de ellas volcó sus propias experiencias como niño educado en el catolicismo y como persona traumatizada en diversas circunstancias.
En esta ocasión, en formato de 70 mm., ha adaptado la novela homónima de Lewis Grassic Gibbon, de la que ya había producido una serie la BBC en 1971, una saga familiar de campesinos escoceses cuyas penas y escasas alegrías tienen lugar entre 1910 y 1918. Este denso drama rural —una lograda mezcla de racionalidad testimonial y de carga emotiva— logra sortear el folletín lacrimógeno gracias al talento narrativo de Terence Davies, que combina el documento colectivo y el retrato psicológico para que los personajes puedan mostrar con realismo su más profunda humanidad. John Ford, en El hombre tranquilo (1952), evocaba sus orígenes irlandeses desde otra perspectiva: la de una nostalgia teñida de humor capaz de convertirse en una magistral comedia de costumbres.
Uno y otro cineasta juegan las cartas del lirismo a la hora de recrear el pasado pero el británico no disimula su compromiso con los valores del progresismo social y del pacifismo para ahondar en unos personajes desgarrados entre la fuerza de la tradición y sus ansias de libertad. Y gran parte de la calidad e interés del film se la debemos a su protagonista Chris Guthrie —magníficamente encarnada por la modelo y actriz Agyness Deyn—, convertida en eje del relato con su proceso de maduración personal y su dolor en las diversas situaciones y acontecimientos vividos a principios del siglo XX.
Con inclusión de emblemáticas canciones folk, con recurso a una voz en off femenina que narra sucesos y sentimientos con una precisión y delicadeza admirables, Sunset Song no es sin embargo una de las mejores obras de su director. Sobran algunos minutos de metraje, hay cierto maniqueísmo en algunos personajes —aunque la pobreza y el autoritarismo patriarcal de aquella época eran terribles— y, sobre todo, en su tramo final —todas las vivencias bélicas— se hubiera agradecido una mayor capacidad de síntesis para evitar reiteraciones.
Con su ritmo pausado, su cuidada planificación, su esmerada ambientación y su experta dirección de actores, Sunset Song logra superar las limitaciones del típico film-río para convertirse en la epopeya de unos modestos trabajadores del campo condenados a un duro trabajo de supervivencia en el insoslayable ciclo de la vida —nacimiento, boda, paternidad y muerte— dentro del cual todavía las mujeres estaban limitadas a las labores del hogar y a la crianza de los hijos.
Con una mirada hacia el tiempo pretérito cargada de la tragedia y la melancolía que también descubrimos en Las uvas de la ira (John Ford, 1940) y en Novecento (Bernardo Bertolucci, 1976), la película de Terence Davies es un canto elegíaco sobre el sufrimiento de la gente pero, ante todo, la epopeya de una tierra que logra sobrevivir a todo.
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