(2) TODOS QUEREMOS ALGO, de Richard Linklater.

JÓVENES UNIVERSITARIOS EN BUSCA DE DIVERSIÓN
Podría considerarse American graffiti (George Lucas, 1973) como la película fundacional sobre el ocio de la juventud estadounidense retratada por el cine. Después, desgraciadamente, vino una ola de subproductos chapuceros caracterizados —salvo honrosas excepciones— por el mal gusto, la escatología y un humor para mentes subdesarrolladas. Richard Linklater, con su peculiar estilo narrativo, ha procurado siempre tratar con respeto y autenticidad a esos jóvenes que trataban de divertirse mientras estaban a punto de dar el decisivo paso hacia la madurez.
Ahora nos llega Todos queremos algo —donde ejerce las labores de guionista, director y productor—, que es un relato en gran medida autobiográfico teñido por la nostalgia y que se circunscribe a un fin de semana previo al inicio del curso, en la Universidad de Texas, a principios de los años 80. Allí acude el protagonista Jake Bradford, que se distingue por ser un gran amante del béisbol. El contexto: Jimmy Carter cederá pronto la presidencia del país a Ronald Reagan y en el Este europeo el comunismo da sus primeras muestras de agotamiento mientras en las discotecas y bares de moda de Estados Unidos se puede escuchar una amplia gama de estilos musicales: rock, disco, punk, funky, country, new wave, etc. El ambiente de la época está muy bien captado —coches, canciones, vestidos, bigotes, objetos…— para conferir verismo a las peripecias de los personajes de este relato coral que, antes de la rutina académica, tratan de pasarlo bien con fiestas, cerveza, deporte, chicas, nuevos amigos, rivalidades y novatadas.
Seguramente Linklater recuerda con agrado sus años juveniles y ese sentimiento lo ha sabido transmitir a esta película que aporta pocas cosas nuevas en cuanto a contenido argumental pero que siempre se distingue por su elegancia, realismo y talento, sin concesiones al mal gusto y a la chabacanería, porque el optimismo y el buen humor estudiantil presiden este momento caracterizado por los “ritos de iniciación” sin dejar por ello de lado ese sentido común que logra conferir dignidad a un género habitualmente tan maltratado como es la “comedia desmadrada con chicos saturados de testosterona”.
Los diversos personajes están bien descritos, con cuatro pinceladas, en sus particulares aficiones, manías y costumbres, llamando la atención —como detalle poco frecuente— la sensatez de alguna de las muchachas que ya no se interesa por el típico guapo, a veces machista, sino por el tipo sensible, respetuoso y con una personalidad propia: es el caso de Jake, tan distinto de Zoey, él loco por el deporte, ella aficionada al teatro.
Un film, pues, caracterizado más por su frescura y vitalidad que por su originalidad, donde el espectador podrá disfrutar con viejas y emblemáticas canciones de The Cars, Dire Straits, Frank Zappa, Cool and the Gang, The Knak, Blondie, Van Halen y otros.
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