(2) ¿QUÉ INVADIMOS AHORA?, de Michael Moore.

LA CONQUISTA DEL BIENESTAR
Michael Moore es uno de esos directores que despiertan sentimientos antagónicos en los espectadores: o se le quiere o se le odia, sin término medio. La razón principal, sin duda, es su descarado activismo por las causas progresistas, que agrada a los sectores izquierdistas pero que incomoda e irrita a la derecha neoliberal y conservadora de su país. Pero también por la peculiar concepción de sus documentales, a medio camino entre la docuficción y el reportaje dramatizado, en los que adquiriendo todo el protagonismo Moore desafía al establishment con sus ácidas preguntas y provocadora puesta en escena revelando sus injusticias y turbiedades.
Debe reconocerse, incluso por parte de sus partidarios, que este realizador vive de rentas desde Bowling for Columbine (2002), un emotivo y desgarrador alegato contra el “derecho” a comprar, poseer y en su caso usar armas en un país donde 11.000 personas mueren cada año víctimas de las armas de fuego, galardonado con el Oscar al mejor documental. Fahrenheit 9/11 (2004) —Palma de Oro a la mejor película y premio FIPRESCI en el festival de Cannes, entre otros reconocimientos—, Sicko (2007) —Critics’ Choice Awards: Mejor documental— y Capitalismo: Una historia de amor (2009) también provocaron un acalorado debate social durante su estreno, aunque el maniqueísmo y su sesgo político mostrados a la hora de retratar los asuntos abordados redujeron el valor testimonial y la intencionalidad didáctica de sus películas. No obstante, el auge y la consolidación actual del género documental se ha debido, en parte, a la aportación de este provocador cineasta y es justo admitirlo.
¿Cuál es ahora el objetivo de sus corrosivas críticas? Fracasadas todas las intervenciones militares USA desde la II Guerra Mundial, la cúpula militar le pide asesoramiento a Michael Moore para elegir los próximos “enemigos” a batir. Y él, pacifista y defensor declarado de los sectores más desfavorecidos, decide que deben “ocupar” los países —la mayoría aliados— que mejor representan la Justicia social y económica para apropiarse de sus políticas. Indirectamente, ¿Qué invadimos ahora? denuncia la ausencia de un Estado de Bienestar digno de mención en Estados Unidos, una 1ª potencia mundial que ofrece a sus ciudadanos una protección social propia de un país tercermundista, resaltando las “espléndidas” condiciones laborales de algunos europeos en comparación con los mezquinos derechos laborales y sociales de los estadounidenses. Así pues, el público europeo contempla con orgullo y satisfacción que Moore ejemplifica como modélicos el sistema educativo finlandés y esloveno, el sistema penitenciario noruego, el sistema judicial islandés, los derechos laborales italianos, el servicio francés de comedor escolar, la despenalización del consumo de drogas portugués y la gestión de la memoria histórica alemana.
El relato peca, nuevamente, de cierta simplicidad al realizar la odiosa comparativa entre países, pues la elección de ejemplos resulta tan arbitraria como superficial. Sin duda serán verídicos, pero ¿hasta qué punto son representativos? Además, debido a la crisis económica, asistimos a un retroceso del estado asistencial socialdemócrata cuya cúspide de desarrollo se alcanzó a principios de siglo, por lo que el protagonista admira unos servicios estatales ya en decadencia si bien siguen siendo utópicos en Estados Unidos.
El desenlace de ¿Qué invadimos ahora? introduce una interesante reflexión de Michael Moore sobre el origen de estas “revolucionarias” ideas de Justicia social y distribución de la riqueza. La mayoría no nacieron en el viejo continente, sino en el nuevo: EE.UU. no necesita conquistar territorios ni apropiarse de leyes y costumbres ajenas, sino recuperar el espíritu racionalista, colaborativo y solidario que inspiró la fundación y desarrollo del país. Parece ser que el clown de las verdades como puños dispara otra vez, dando otra vez en el centro de la diana.
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