(2) LA VENGANZA DE JANE, de Gavin O’Connor.

ASEDIO EN EL SALVAJE OESTE
Los que sentimos aprecio por el western hemos asistido complacidos en los últimos años a una perceptible eclosión del género tras un larguísimo período de letargo en el que no han dejado de haber, afortunadamente, algunas destacables producciones. Pero aquellos puristas que sueñan con el regreso de John Ford, Anthony Mann, Howard Hawks, John Sturges y Sam Peckinpah han de asumir que ya no volverán. Resulta tan obvio afirmarlo que parece una memez, pero recientemente he oído reproches y lamentos por su deriva actual. Y es cierto que lo que se lleva ahora es un cine del Oeste que recoge las esencias de su época crepuscular y las mezcla con los latiguillos narrativos del cine posmoderno: abundante verborrea dialéctica, arrebatos de violencia explícita, ritmos endiablados de montaje, enfoques inusuales o temáticas novedosas que rebasan los parámetros clásicos y abundantes dosis de cinismo. Es lo que hay.
Slow West (2015) de John MacLean, Deuda de honor (2015) de Tommy Lee Jones, Los odiosos ocho (2015) de Quentin Tarantino y Bone Tomahawk (2015) de S. Craig Zahler son los títulos más recientes que ejemplifican el creciente interés por este tipo de films, caracterizándose todos ellos por los comentados atributos. Y ahora nos llega la incursión al western de Gavin O’Connor, un discreto realizador a las órdenes de Hollywood, que narra el enfrentamiento entre una joven esposa que un día recibe en casa a su marido gravemente herido tras ser acribillado a balazos y una banda de forajidos que pretenden rematar la faena en venganza por unos hechos acaecidos en el pasado. Con la ayuda de un enemigo acérrimo de su esposo, un hombre enamorado de ella, Jane decide prepararse para la inevitable llegada de los pistoleros.
Lamentablemente, pese a su solvente puesta en escena, su lograda ambientación y las sobrias interpretaciones de Natalie Portman, Joel Edgerton, Noah Emmerich y Ewan McGregor, La venganza de Jane no alcanza el empaque visual, la solidez narrativa y la distinción estilística de, por ejemplo, el western de Kevin Costner (Bailando con lobos, 1990), Clint Eastwood (Sin perdón, 1992), los hermanos Coen (Valor de ley, 2010), Alejandro González Iñárritu (El renacido / The Revenant, 2015) o los últimos films del mencionado Tarantino.
Pero resultaría injusto denostar este relato sobre la venganza. El mérito de la verosimilitud, la virtud de la contención emocional y su ritmo sostenido son suficientes alicientes para disfrutar de su visionado. No es una obra maestra, pero entretiene.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.