(2) ESPÍAS DESDE EL CIELO, de Gavin Hood.

REPAROS ÉTICOS DE LA GUERRA A DISTANCIA
Frente a esa nueva ola de action movies que justifican la guerra sucia contra el terrorismo internacional elogiando la eficacia homicida del “héroe” de turno, en contadas ocasiones aparecen films que cuestionan la validez de esta impulsiva respuesta de Occidente destapando sus trabas éticas y morales. Así, Espías en el cielo evita caer en la pirotecnia habitual del género y hace partícipes a los espectadores de un aluvión de dilemas surgido en la aplicación práctica de agresivas estrategias militares —que implican labores de espionaje, maniobras de captura e incluso operaciones de eliminación de individuos— en territorio extranjero, coordinados desde cómodos despachos del llamado “Primer Mundo” gracias al desarrollo de una sofisticada tecnología bélica que caracteriza las frías y asépticas guerras modernas.
El film de Gavin Hood, por el contrario, despliega un hipotético escenario repleto de dudas y cavilaciones en el que los personajes debaten acaloradamente sobre el coste de la violencia, sobre el sacrificio que implica todo acto de fuerza, en definitiva, sobre quién asume las consecuencias de los daños colaterales que conlleva toda acción militar. Así pues, más que acción pura y dura hay discusión e intercambio de puntos de vista, algo poco visto en una película de esta temática.
La situación no está exenta de controversia. Un grupo de terroristas, algunos de ellos de nacionalidad británica, prepara un atentado en Kenia con chalecos explosivos. La Inteligencia inglesa lo sabe pues lleva tiempo espiándolos a través de sus infiltrados en África. Para evitar que ejecuten su macabro plan, la alianza británico-estadounidense ha colocado un dron justo encima de los terroristas, listo para disparar sus misiles. Pero hay un problema: una niña vende pan dentro del radio de la explosión.
En la mayoría de las veces hemos asistido a estos mismos hechos desde la única perspectiva de las fuerzas del orden, militares o civiles, que acaban deteniendo o matando a los villanos. O, en menor frecuencia, desde el punto de vista de los terroristas. Pero resulta insólito ver la secuencia completa, la actuación simultánea de ambos bandos y el funcionamiento interno de esas campañas anti-terroristas en las se revela su carácter burocrático: existe una compleja cadena de mando en la que cada cual debe tomar decisiones pero que en este caso, bajo una insoportable presión, la decisión final se va trasladando al superior inmediato hasta llegar a niveles ministeriales. Al menos se observa cierto cuidado en cumplir con la estricta legalidad, no por nada somos el “bando” de los buenos, los que respetamos la ley y el orden. La opinión pública es muy sensible a los abusos y, tal y como nos recuerda un personaje, también se está librando una guerra de propaganda.
Espías en el cielo está narrado con talento, logrando transferir suspense al espectador con una sabia dosificación de la tensión dramática a lo largo del metraje. Huyendo del frenético montaje propio del videoclip de otros realizadores adscritos al género, Gavin Hood modera el ritmo de la narración provocando la intriga mediante un habilidoso manejo del suspense clásico. Esto es, jugando con la información disponible, con los tempos, con el montaje paralelo, etc.
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