(2) CAPITÁN AMÉRICA: CIVIL WAR, de Anthony y Joe Russo.

CRISIS EN EL BANDO DE LOS HÉROES
En un hercúleo ejercicio de empatía —esa necesaria y enriquecedora capacidad de ponerse en el lugar del otro y saber lo que siente o lo que piensa— he llegado a aceptar la absoluta indiferencia, cuando no manifiesto desprecio, que causa en una parte de la sociedad este género de reciente consolidación que es el superheroico, especialmente ante la descomunal empresa de trasladar universos editoriales enteros, concretamente de Marvel y DC, a la gran pantalla. Comprended, por tanto, mi infortunio cuando en mi condición de veterano lector aficionado de estos cómics USA debo tratar en mi entorno con personas que “pasan” olímpicamente de esta temática y desconocen ¡sin disimulo! la existencia de estos emblemáticos personajes y sus dilatadas aventuras en formato papel. Todavía persisten, dentro de mi oficio de crítico especializado, muchos prejuicios alrededor de esta categoría de films, desdeñada por considerarse un subproducto comercial destinado a un público juvenil carente de altura intelectual y, por tanto, nada exigente en términos de calidad. Una visión reduccionista e injustamente dañina del mundo de la viñeta y de su versión cinematográfica que se va corrigiendo gracias a los estudios que revelan su innegable trascendencia en el ámbito de la Cultura.
Personalmente, he recibido esta oleada de adaptaciones fílmicas de conocidos superhéroes con alegría y satisfacción, si bien he aprendido a discernir entre una buena película y una mala, pues desgraciadamente es cierto que son pocas las excelencias en un género en la que abunda lo convencional, lo reiterativo y lo esquemático. Sin embargo, con el tiempo van acumulándose los títulos que aportan dignidad e inspiran respeto: Watchmen (2009) de Zack Snyder, el Batman de Christopher Nolan, el Hulk de Ang Lee, los X-Men de Matthew Vaughn, Los Vengadores de Josh Weddon y también el Capitán América de los hermanos Russo. Estos films han proporcionado complejidad argumental, enriqueciendo a los personajes con conflictos externos pero también internos, combinando en un delicado equilibrio la espectacularidad propia del cine hollywoodiense con ciertas pretensiones “de autor” a la hora de plasmar en imágenes las aventuras de estos extraordinarios individuos dotados de las más portentosas habilidades.
Anthony y Joe Russo confeccionan en Capitán América: Civil War un compacto y habilidoso relato superheroico, lleno de guiños cinéfilos y referencias marvelianas, que continúa las andanzas de Steve Rogers desde el punto en que concluyó la anterior entrega de este icónico personaje, Capitán América: El soldado de invierno (2014). Tras derrotar una insurrección de SHIELD y liberar a su amigo Bucky —alias “El soldado de invierno”— del control mental de un poderoso villano, el Capitán América inicia la búsqueda de su antiguo compañero para evitar su neutralización. Al mismo tiempo, tras producirse otro incidente internacional con numerosas bajas civiles que involucra a Los Vengadores, aumenta la presión política para instaurar un sistema que exija más responsabilidades y que controle las actuaciones de los llamados superhéroes. Esta nueva situación dividirá a Los Vengadores, mientras intenta proteger al mundo de un nuevo y terrible villano.
Es de conocimiento público que Capitán América: Civil War se inspira en la mini-serie Civil War escrita por Mark Millar y dibujada por Steve McNiven publicada en 2006 por Marvel Comics. En este crossover, un grupo de niñatos superpoderosos provoca una matanza de civiles inocentes en suelo estadounidense mientras intenta capturar en directo televisivo a unos villanos, hecho que provoca la lógica indignación de la opinión pública. El Congreso USA aprueba una ley que exige a los superhéroes a inscribirse en un registro y someterse a la disciplina del Gobierno, convirtiéndose de facto en funcionarios al servicio de su país. Ello, por supuesto, provoca el rechazo de un bando contrario a esta medida encabezado por El Capi, que considera que lesiona las libertades civiles y ataca la esencia misma de la figura superheroica. La pelea está servida.
Es de recibo, no obstante, advertir al lector de que nos encontramos ante una versión muy edulcorada y resumida de esta apasionante historia que plantea un interesante pulso entre la sacrosanta libertad individual y la necesidad de seguridad, control y supervisión de esas “armas de destrucción masiva” que pueden llegar a ser el colectivo superhumano. Se debate, por tanto, si seguir perpetuando el justiciero por cuenta propia o reglamentar el sector bajo estricto control gubernamental. Por desgracia, la carga de violencia y destrucción está muy atenuada para evitar incorrecciones políticas —impropias de la casa madre Disney que, al fin y al cabo, es la flamante propietaria de los derechos de la casi totalidad del Universo Cinematográfico Marvel (UCM)—, aparecen muchísimos menos personajes que en el formato original y se reducen considerablemente las reflexiones jurídicas, filosóficas y éticas emanadas del citado cómic. Todo resulta un poco superficial, aunque los argumentos de ambos bandos están bien expuestos, resaltándose la dimensión emocional por encima de todo.
Así pues, Capitán América: Civil War recrea escenas sacadas literalmente de las viñetas como una iconografía audiovisual que raya la santería profana, sabiendo que sus seguidores van a adorarlas como apariciones marianas en un clima de efervescencia friki. Maldición… nos conocen bien. El caso es que inspiran épica y heroísmo a raudales, sirviendo además como una aparatosa pero ingeniosa maniobra de marketing presentando nuevos personajes que tendrán su propio film en un futuro próximo: me estoy refiriendo a un lenguaraz Spiderman adolescente o un asilvestrado e imponente Black Panther, acompañando al elenco ya conocido de superhéroes. Con la significativa ausencia, por una evidente cuestión de desequilibrio de fuerzas, de Hulk y de Thor, quienes habrían puesto punto final al conflicto entre amigos en un santiamén. Por cierto, me ha encantado Ant-Man. Deberían realizar ya una segunda entrega de este carismático personaje. Y el rollo que se llevan la Bruja Escarlata y La Visión.
Otro aspecto positivo que merece mencionarse es el diseño y la presentación del villano de turno, esta vez el Barón Zemo, un personaje infravalorado por muchos pero con unas posibilidades enormes, que además aquí carece del mediocre disfraz y la estúpida careta con que suelen vestir a este tipo en sus apariciones en papel. Es, para nuestra sorpresa, un tipo aparentemente normal —encarnado por un sobrio y contenido Daniel Brühl— sin capacidades sobrehumanas pero con una sed de venganza insoportable tras perder a toda su familia en los sucesos narrados en Vengadores: La era de Ultrón (2015).
Evidentemente, el film de los hermanos Russo evidencia flaquezas de guión, persevera en algunos tópicos de tebeo, quiere abarcar mucho por lo que aprieta poco… sin embargo, tiene mucho mérito que en plena burbuja especulativa superheroica el sello Marvel despliegue un serial fílmico tan vasto, complejo y compacto como el UCM, edificando en Capitán América: Civil War uno de sus pilares básicos. Y qué decir, una vez más, de las espectaculares escenas de acción, que pecan de un ritmo endiablado de montaje para ocultar los trucos de rodaje y pueden causar mareo en el espectador poco experimentado, pero que vistas en conjunto configuran vibrantes coreografías que se integran en la historia a la perfección. Son tres las escenas de acción remarcables: la misión inicial donde se presentan los protagonistas; el gran enfrentamiento en el aeropuerto donde los dos bandos irreconciliables se atizan hasta decir basta y la despiadada pelea final entre Iron Man y el Capitán América.
Me consta que entretiene hasta a los neófitos o no iniciados porque narra una historia a medio camino entre la acción más intensa —recuerda la saga Fast & Furious en la aparatosidad de las principales escenas— y el espionaje más actual —las sagas de Jason Bourne y de Ethan Hunt han inspirado algunos giros de guión, sin duda— que se ve con simpatía. Pero claro, este film se saborea mejor conociendo los entresijos del universo Marvel tradicional. Su traslación al cine se está haciendo respetando a los lectores, mimando a los personajes e intentando dotar de coherencia a esta magna epopeya de ficción poblada por extraordinarios personajes. Que dure muchos años.
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