(1) EL HOMBRE QUE CONOCÍA EL INFINITO, de Matt Brown.

EL GENIO MATEMÁTICO HINDÚ
La película es el típico biopic, en esta ocasión sobre el destacado e innovador matemático hindú Srinivasa Ramanujan, durante su estancia en el Trinity College de Cambridge (1914-1920) bajo la tutoría del profesor G. H. Hardy y la vecindad de Bertrand Russell, su grave enfermedad (tuberculosis) y su temprana muerte.
Basado en el libro de Robert Kanigel, El hombre que conocía el infinito presenta todos los defectos y limitaciones de los más trillados ejemplos del género: apología del protagonista —sabio y bondadoso, autodidacta y profundamente religioso— que se enfrenta en Inglaterra a un entorno académico hostil, en plena gran guerra europea, por culpa de la xenofobia, el racismo y la mentalidad colonial imperantes, además de la crueldad egoísta de una madre castradora y del sufrimiento de una esposa lejana que se cree abandonada.
La presencia de un buen reparto —en el que destacan Jeremy Irons y Stephen Fry— poco puede hacer para salvar un melodrama como éste, lleno de personajes esquemáticos y de situaciones demasiado convencionales. Resulta interesante, no obstante, la polémica planteada en torno a la importancia de la intuición como instrumento auxiliar o como motivación creativa para la comprobación de los datos positivos en los análisis matemáticos.
Lamentablemente, mis lagunas en este terreno son inmensas por haber tenido una formación decantada casi exclusivamente hacia las letras. Aunque soy consciente de que en matemáticas se utilizan fórmulas abstractas y unitarias de validez universal para explicar la diversidad material de Universo, mientras que en la elaboración y comprensión de las artes la realidad adopta una gran variedad de formas expresivas de representación. Sería por ello interesante conocer la opinión sobre la película de expertos en números, series, ecuaciones, integrales y derivadas. Aunque sepamos que cine y ciencia sean dos campos muy alejados entre sí.
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