(3) KIKI, EL AMOR SE HACE, de Paco León.

POR UN HEDONISMO TOLERANTE Y DESINHIBIDO
Consolidado por el éxito de su impagable díptico sobre aquella peculiar madre hispalense de extrarradio llamada Carmina —recomiendo encarecidamente el visionado de Carmina o revienta (2012) y Carmina y amén (2014), el mejor cine español de los últimos años—, que aunaba en un delirante retrato caricaturesco el costumbrismo más rancio con la picaresca propia de nuestra mejor tradición literaria, Paco León enarbola ahora la bandera de la diversidad sexual para confeccionar una amable pero atrevida comedia erótico-festiva que aborda las andanzas de un variado grupo de personajes atraídos por una serie de atípicas y excéntricas preferencias sexuales.
Afortunadamente, Kiki, el amor se hace no sigue la estela de aquellas películas clasificadas “S” de finales de los años 70 y principios de los 80, a medio camino entre el tímido destape y el inminente porno, cuyo tono mojigato iba dirigido a un espectador onanista todavía reprimido por el contexto social y cultural de entonces, sino que el actor, guionista y director confecciona una comedia vitalista y luminosa que trata de normalizar las rarezas que enriquecen la sexualidad humana con un mensaje de respeto y tolerancia más propio de este siglo.
Versión hispana del film australiano The Little Death (2014) de Josh Lawson, el tercer largometraje de Paco León —esta vez por encargo— se edifica en torno a la sucesión de distintas historias independientes que acaban coincidiendo en un momento y en un lugar determinado, al estilo Short Cuts (Vidas cruzadas) (1993) de Robert Altman, destacando la elegancia con la que el cineasta encadena los relatos y expone con total naturalidad esas filias usándolas inteligentemente como recurso narrativo para alcanzar el deseado efecto cómico.
Película desinhibida que supera tabúes, Kiki, el amor se hace transmite la frescura y la espontaneidad de su autor, en lo que empieza a considerarse un estilo propio. Lejos de la rusticidad de su opera prima, en la presente cinta se observa una factura técnica irreprochable, con una fotografía cálida de Kiko de la Rica y una cuidada estética que revela una mayor planificación. Y por lo que respecta a los diálogos, nos encontramos ante un hábil dialoguista que explota la dialéctica verbal como pocos para sacar humor a raudales. Me pregunto cuánto habrá aprendido en su etapa actoral como Luisma, en la serie de TV Aída, a la hora de construir personajes y definirlos a través de sus réplicas y contrarréplicas. Parece que mucho.
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