(0) VICTOR FRANKENSTEIN, de Paul McGuigan.

EL (POST)MODERNO PROMETEO
Enésima versión fílmica de Frankenstein o el moderno Prometeo, el célebre relato gótico de la escritora inglesa Mary Shelley publicado en 1818, cuya originalidad estriba en el novedoso punto de vista del narrador. En Victor Frankenstein, el ayudante del científico loco nos cuenta la archiconocida historia sufriendo una de las transformaciones más radicales de su imagen clásica, pues Igor es liberado de su deplorable servidumbre como bufón de circo, sanado de su malformidad física y dignificado con elevados conocimientos científicos, convirtiéndose de facto en socio y amigo, más que subalterno, del Dr. Frankenstein, siendo capaz de seducir al amor de su vida e introducirse sin dificultades en ambientes sociales y culturales aristocráticos. Vamos, un crack.
El séptimo largometraje de Paul McGuigan se aproxima, por tanto, a este clásico universal desde resabidas fórmulas comerciales y con la evidente intencionalidad de actualizarlo a los parámetros actuales del discurso hollywoodiense, con un endeble guion de Max Landis que diluye las hondas reflexiones filosóficas de su referente sobre el abuso de la ciencia y el endiosamiento del hombre que pretende sustituir a Dios o a la Naturaleza para acabar derivando en un discreto film de terror apuntalado eso sí por las inevitables dosis de efectismo digital. Mucho fuego de artificio pero poca sustancia, resultando un pastiche que peca de unas tramas forzadas y unos personajes toscamente definidos que no transmiten la emoción de la novela decimonónica. Quizá la elección de actores no ha sido afortunada, viendo la liviana actuación de un siempre aniñado Daniel Radcliffe y a un James McAvoy que pretende dar trascendencia a un personaje tan plano como un Dr. Frankenstein que reparte mandobles y hace piruetas cual Neo en Matrix (1999).
Si en la fuente original el resultado de los sacrílegos experimentos científicos es el nacimiento de uno de los monstruos más carismáticos de la literatura universal, en Victor Frankenstein el engendro deja bastante que desear tanto en su diseño como en su importancia, protagonizando uno de los clímax cinematográficos menos espectaculares de los últimos años.
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