(1) LAS CRÓNICAS DE BLANCANIEVES: EL CAZADOR Y LA REINA DEL HIELO, de Cedric Nicolas-Troyan.

LOS CUENTOS YA NO SON LO QUE ERAN
A rebufo de la tendencia actual consistente en modernizar los cuentos infantiles de antaño desde una perspectiva épica con la que Hollywood disimula su déficit de ideas, un título destacó por encima de la mediocridad habitual: Blancanieves y la leyenda del cazador (2012). Una entretenida versión “madura” del relato oral recopilado por los hermanos Grimm donde los elementos icónicos del cuento tradicional siguían presentes, pero mezclados con nuevos ingredientes servidos en clave de aventura. Un fastuoso despliegue de efectos especiales y un imponente diseño de producción apuntalaron un film de solvente factura que nada tenía que envidiar a las grandes superproducciones made in USA sin llegar a insultar la inteligencia de los espectadores.
Pues bien, su incuestionable éxito de público ha estimulado una inevitable secuela que, retornando a aquel universo mágico poblado de seres mitológicos y brujas malvadas, apenas mantiene conexión con su predecesora. En Las crónicas de Blancanieves: El cazador y la reina del hielo ya no aparece ni Blancanieves, quien es brevemente nombrada en varias ocasiones para justificar endebles tramas sacadas de una chistera. A cambio, vuelve el personaje del cazador —encarnado por un Chris “Thor” Hemsworth que vive de rentas y se limita a fichar y cobrar el cheque— y de la bruja Grimhilde —interpretada de nuevo por Charlize Theron, que devora a los que osan compartir plano con ella—, añadiéndose una aspirante a Frozen y una encolerizada amazona en el camino. Y nuevamente los enanos asumen aquí funciones cómicas durante los entreactos. ¡Qué despilfarro de talento!
El caso es que, disponiendo de una plantilla de actores de la talla de Charlize Theron, Jessica Chastain, Emily Blunt y Chris Hemsworth, lo normal hubiera sido ofrecer un proyecto interesante que pusiera a prueba la valía profesional de semejante equipo, sin embargo se desperdicia este desfile de rutilantes estrellas confeccionando una narración pueril que da vueltas en torno a los mismos convencionalismos de siempre, eso sí envuelta en papel celofán, con vestuarios y maquillajes suntuosos y escenarios CGI de inspiración neogótica.
El debutante Cedric Nicolas-Troyan, responsable de los efectos especiales de la anterior entrega, es incapaz de sacarle jugo a un enclenque relato de princesas, hadas y brujas fabricado mediante retazos de diversas obras literarias juveniles, en lo que va camino de convertirse en una aparatosa pero abúlica franquicia de fantasía heroica para adolescentes.
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