(2) EL HÉROE DE BERLÍN, de Stephen Hopkins.

EL ATLETA NEGRO QUE REFUTÓ LAS TESIS NAZIS
La hazaña de Jesse Owens, atleta afroamericano que logró cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, cumple fehacientemente con los requisitos para convertirse en una exitosa película: una verídica proeza deportiva que ensalza los valores del espíritu olímpico y cuyo triunfo conduce a un clímax dramático de manual.
No obstante, El héroe de Berlín padece uno de los vicios más frecuentes del biopic hollywoodiense a pesar de ser una coproducción germano-franco-canadiense: la exasperante tendencia hagiográfica que adultera la realidad para acabar configurando un gratificante y bienintencionado relato de superación y éxito personal sin apenas aristas ni claroscuros, simplificando acontecimientos a la mínima expresión y enfatizando la dimensión sentimental para despertar la empatía del espectador.
Es cierto que el film logra ubicar la gesta de Owens en su época. Así, el contexto está descrito a través de varias tramas que explican la actitud dubitativa de la administración USA en participar en los Juegos Olímpicos por la deriva totalitaria del país germano, la gestación del documental de Leni Riefenstahl sobre las Olimpiadas de Berlín, la persecución de judíos por las calles de la ciudad, etc. En pleno auge del nazismo, el régimen de Hitler pretendió utilizar este magno evento deportivo como propaganda para demostrar al mundo el progreso de la Alemania nazi y verificar la superioridad de la raza aria. Y ahí estuvo Jesse Owens para refutar la ideología racista y liberticida del III Reich.
Sin embargo, el film prioriza los aspectos más íntimos y personales del protagonista, especialmente los altibajos de su relación sentimental con la que acabó siendo su esposa Minnie Ruth Solomon y el progresivo aprecio mutuo entre él y su entrenador de la universidad de Ohio. Pero es precisamente en este ambiente familiar y académico, donde apunta sus mejores ideas: la contradicción existente en juzgar un régimen político fascista que margina y persigue a las minorías étnicas y religiosas sin luchar activamente contra su propio país que mantiene un apartheid en la práctica entre la población blanca y la negra. Un ¡Zas! ¡En toda la boca! que El héroe de Berlín no duda en poner de manifiesto.
Y es que, lo más llamativo es el tiempo que tuvo que pasar para que Jesse Owen recibiera el merecido reconocimiento de las autoridades estadounidenses, ya que el entonces presidente de los USA se negó a recibirle por el miedo a la reacción de los votantes del sur del país. En el epílogo se narra la anécdota en la que Owen fue obligado a entrar en un hotel por la puerta de servicio debido al color de su piel, lugar al que acudía por realizarse una fiesta en su honor.
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