(0) OBJETIVO: LONDRES, de Babak Najafi.

TERRORISMO APOCALÍPTICO
No sé si el estreno de esta violenta action movie, variante fílmica de los videojuegos Third-Person Shooter que introducen a miles de jóvenes en el execrable mundo de las armas de fuego, sale a la luz aprovechando el pánico creciente de Occidente ante la reciente oleada de ataques terroristas de París y de Bruselas, pero su inoportuno estreno hace un flaco favor al necesario análisis sereno y riguroso de un complejo fenómeno que requiere más reflexión y sentido común que impulsivos arrebatos de ensañamiento incitados por peligrosos discursos de odio y venganza.
Esta secuela de Objetivo: la Casa Blanca (2013) sigue la misma fórmula que vigorizó el género en los años 80, con la saga protagonizada por el agente John McClane como su clímax lúdico. Un héroe que pasaba por allí debe enfrentarse en solitario a todo un grupo terrorista que desea desestabilizar el orden económico-político-social internacional. En este caso, el funeral del Primer Ministro británico sirve como excusa para reunir a los principales mandatarios del planeta en la capital inglesa e iniciar una salvaje carnicería humana y una brutal destrucción de sus principales monumentos en venganza por los inevitables daños colaterales de la llamada Guerra contra el Terrorismo instaurada por George W. Bush. El protagonista, un McClane de tercera encarnado por un entregado Gerard Butler, se encarga de proteger al presidente de los Estados Unidos por las calles de una ciudad desolada eliminando él solo a un ejército de intrépidos mercenarios incluyendo su cúpula, en una escena final en la que logra rescatar con vida al citado gobernante.
El gran defecto de Objetivo: Londres, salvando la dimensión épica de la hazaña y las inevitables dosis de patriotismo chabacano, es la falta absoluta de verosimilitud no ya del hecho narrado, un potencial atentado terrorista en una capital europea, sino la inverosímil planificación y el improbable despliegue de efectivos sin levantar sospecha alguna en las fuerzas y cuerpos de seguridad británicos. Es tal la cantidad de terroristas introducidos en la policía londinense, la diversidad de frentes abiertos, la variedad y el volumen de armamento que manejan los terroristas y la facilidad con que han colocado artefactos explosivos en numerosos monumentos históricos emblemáticos que resulta increíble a todas luces.
Además, uno de los pilares básicos del género apenas hace acto de presencia: la espectacularidad de las escenas de acción mediante la ostentación de logrados efectos especiales. Me llama poderosamente la atención el bajo nivel del apartado digital, manifestado en la tosca recreación de explosiones y de la caída del helicóptero presidencial en Hyde Park. Y la trama sentimental, con la esposa a punto de dar a luz sufriendo en casa mientras el protagonista, preocupado por su inminente papel de padre, se enfrenta al acoso de los criminales, provoca la vergüenza ajena.
Fallida película, en definitiva, dirigida por el iraní Babak Najafi cuyo guion hace aguas por doquier, sus personajes son esquemáticos y no evolucionan y sus redundantes y torpes diálogos son incapaces de despertar el mínimo interés.
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