(3) JANIS, de Amy J. Berg.

LA CARA OCULTA DE LA FAMA
Este biopic documental destaca por no falsear ni idealizar la vida de la legendaria cantante Janis Joplin (1942-1970) y también por la variedad y riqueza de los materiales audiovisuales utilizados, mucho más abundantes que las pocas imágenes que conocíamos de sus intervenciones en los festivales de Monterrey (1967) y de Woodstock (1969), convertidos en filmes dirigidos, respectivamente, por D. A. Pennebaker y por Michael Wadleigh. Y mejor será olvidar el musical de ficción realizado por Mark Rydell, con Bette Midler de protagonista, que se tituló La rosa (1979).
Janis Joplin —que algunos adscriben sin mucho rigor al universo del rock & roll— fue una gran estrella, aunque efímera, del blues y del soul que halló su inspiración en excelentes artistas negros, desde Billie Holliday a Aretha Franklin y desde Otis Redding a Jimi Hendrix, aunque a mi parecer ella bien podría ser considerada un alter ego femenino del magnífico James Brown.
En el film, sus actuaciones aparecen alternadas con entrevistas a músicos, amigos y familiares supervivientes, además de mostrarse fotos y breves reportajes de su vida privada, completado todo ello con páginas de su diario personal y cartas.
Nacida en Port Arthur (Texas), tuvo una infancia y adolescencia poco satisfactorias: familia de clase media conservadora, burlas de sus compañeros de instituto, físico poco agraciado, etc., por lo que decidió marchar a San Francisco (California) en plena efervescencia hippy, donde pudo hacer oír su voz tan arrolladora como desgarrada —sus notas agudas se hicieron inconfundibles—, consagrando un estilo y unas letras rebosantes de un malestar interior que muchos atribuyen a su infructuoso intento de alcanzar la felicidad más allá de la soledad y tristeza que la atormentaban.
Su personalidad conflictiva y probablemente acomplejada no logró mejorar pese a su éxito, tan súbito como arrollador, porque sus amores inestables, sus desengaños sentimentales y su fragilidad afectiva —con su descuidado aspecto externo— sólo podía soportarlos cantando extasiada en los escenarios y con el consumo de alcohol y de drogas.
Su corta vida (27 años) fue una carrera hacia la autodestrucción y entre 1966 y 1970 sólo pudo grabar tres discos —aparte de los recopilatorios póstumos—, primero con dos bandas y luego en solitario acompañada de músicos contratados para la ocasión.
Activa militante de la contracultura, hay testimonios de que le preocupaban la liberación profesional y sexual de las mujeres, la marginación social y las guerras. Pasó alguna temporada de retiro, sin actuar en público, al parecer dedicada a desintoxicarse. Parecía ya recuperada pero en octubre de 1970 recayó en sus adicciones. Una sobredosis de heroína acabó con su vida inesperadamente.
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