(3) 13 MINUTOS PARA MATAR A HITLER, de Oliver Hirschbiegel.

VIOLENCIA CONTRA LA TIRANÍA
El Nazismo ha sido y sigue siendo un tema ampliamente retratado en el cine germano contemporáneo, resultando un medio muy eficaz a la hora de analizar y hacer examen crítico de aquel terrible episodio histórico que todavía hoy conmociona a la sociedad alemana. Algunas películas también nos recuerdan, sin duda con cierta intencionalidad terapéutica, que no todos los ciudadanos de ese país se quedaron de brazos cruzados ante el advenimiento del III Reich. Así, casos conocidos de oposición pacífica a la maquinaria política, ideológica y legal del Führer han sido llevados a la gran pantalla, como El noveno día (2004) de Volker Schlöndorff y Sophie Scholl: Los últimos días (2005) de Marc Rothemund, y ahora llega a la cartelera uno de los capítulos de resistencia activa que pudo haber cambiado el rumbo de la Historia: el 8 de noviembre de 1939, el carpintero Georg Elser colocó un artefacto explosivo de fabricación casera en las instalaciones de la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich —donde se celebraba el aniversario del fallido Putsch de 1923— con la intención de asesinar a Hitler y a la cúpula del régimen nazi, pero no cumplió su objetivo por un pequeño lapso de tiempo ya que circunstancias meteorológicas y de agenda adelantaron la marcha de los gerifaltes a Berlín.
13 minutos para matar a Hitler, el regreso a casa de Oliver Hirschbiegel tras su discreto periplo estadounidense y británico, supone un sólido contrapunto narrativo a El hundimiento (2004), film del propio realizador que relata las últimas horas de vida del dictador alemán encerrado en el famoso búnker de la Reichskanzlei, pues enfoca su mirada hacia los damnificados del ideario fascista, concretamente en un humilde carpintero originario de Suabia que es testigo de la deriva autoritaria del nuevo gobierno nacionalsocialista —que recordemos ganó democráticamente las elecciones en marzo de 1933—. El cineasta alemán ofrece un detallado retrato de época sustentado mediante flashbacks enzarzados sirviendo como hilo conductor el interrogatorio a Elder tras ser detenido por la Gestapo.
De irreprochable factura técnica, gracias a una acertada puesta en escena y una detallada ambientación puestas a disposición de la cuidada fotografía de Judith Kaufmann, 13 minutos para matar a Hitler indaga en la mente del protagonista con la intención de tratar de explicar el motivo de sus actos, cómo llegó una persona católica y educada con elevados conceptos morales a cometer un crimen que acabó con la vida de ocho personas e hiriendo de diversa consideración a 63. Buena parte del metraje se dedica a entablar un duelo dialéctico entre el preso y los carceleros en el que se describe la personalidad de George Elder, sus planteamientos libertarios, su relación amorosa con una mujer casada y su ingenio a la hora de planificar el atentado contra Hitler y sus secuaces. Todo ello manteniendo un delicado equilibrio para no decantar el relato hacia posiciones excesivamente sentimentales o exageradamente heroicas.
Aprovechando casualidades históricas —o tal vez no—, Hirschbiegel destaca en un giro un tanto moralista y redentor, que con su digno comportamiento como detenido, Elser fue capaz de persuadir a uno de los mandos de la prisión encargado de investigar el caso, el jefe policial Arthur Nebe, quien se involucró años después en la famosa Operación Valkiria, suceso trasladado al cine por Bryan Singer y Tom Cruise en Valkiria (2008), otro caso de resistencia activa.
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