(2) PRIMAVERA EN NORMANDÍA, de Anne Fontaine.

UNA MIRADA ACTUALIZADA DE MADAME BOVARY
No se trata de una nueva adaptación de la magistral novela Madame Bovary de Gustave Flaubert (1856) —de la que hay abundantes versiones fílmicas, la última a cargo de Claude Chabrol en 1991—, sino la traslación a la pantalla de la historieta gráfica Gemma Bovery de Poisy Simmonds que el dibujante ha hecho junto a Pascal Bonitzer y a la propia realizadora convirtiendo el cómic en guión.
Al parecer, en la película hay menos ironía y sátira que en la obra inglesa original. Pero esa mezcla perfecta entre romanticismo y naturalismo, la riqueza psicológica de la novela, las incontroladas ansias de ascensión social de Emma Bovary y su suicidio final no aparecen aquí porque en esta comedia, una mirada actual y poco fiel sobre el original literario, lo que importa, más que la activa sexualidad de la atractiva e infiel casada británica afincada en Normandía —encarnada por la actriz Gemma Arterton—, es el personaje de Martin Jaubert —el magnífico actor Fabrice Luchini—, un panadero que había sido profesor experto en literatura y que fantasea tras quedar fascinado por la bella extranjera que, por cierto, ya no muere a causa del arsénico sino atragantada con un trozo de pan.
Martin Jaubert es, pues, el eje que sustenta el relato, una especie de narrador-voyeur que asume el punto de vista narrativo y que se desdobla en personaje —que se expresa en primera persona— y en testigo privilegiado de los acontecimientos —como narrador en tercera persona—. No nos ha defraudado, pues, la cineasta Anne Fontaine, que ya nos mostró su oficio y su capacidad para entretenernos inteligentemente en Limpieza en seco (1997), Nathalie X (2003), Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel (2009) y Dos madres perfectas (2013).
La sensualidad que desprende la señora Bovery no depende aquí de sus destapes sino de una serie de insinuantes detalles —el suave sobeo de la masa de harina— y de su propio atractivo físico. La breve presencia de una anciana Edith Scob —la delicada joven de Ojos sin rostro (1960), de Georges Franju— y la funcional música de Bruno Coulais contribuyen a la dignidad de una película como Primavera en Normandía, una revisión entre paródica y jocosa de la novela de Flaubert, una broma que se prolonga en la escena postrera con Ana Karenina de León Tolstoi.
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