(3) MUSTANG, de Deniz Gamze Ergüven.

TRADICIÓN Y MODERNIDAD EN LA TURQUÍA ACTUAL
Muchos suelen considerar este primer largometraje de la cineasta Deniz Gamze Ergüven como la versión turca de Las vírgenes suicidas (Sofía Coppola, 1999), que aborda el tema de la situación de las mujeres —aquí las protagonistas son chicas adolescentes— en un país musulmán que se encuentra en plena evolución, a medio camino entre el puritanismo moral de un islamismo machista y la voluntad de las jóvenes generaciones de disfrutar de las libertades de Occidente.
Mustang —el nombre de un caballo salvaje que funciona como símbolo de una enérgica rebeldía— describe la lucha de cinco muchachas para lograr evitar someterse a las rigurosas tradiciones todavía vigentes en un pueblo situado a mil kilómetros de Estambul, porque el destino “natural” de ellas es el de guardar celosamente su virginidad hasta llegar a una boda concertada sin amor y ocuparse luego solamente de las tareas del hogar y de la crianza de los hijos.
La realizadora turca —nacida en Ankara pero afincada en Francia— ha escrito y dirigido la película tomando algunos elementos autobiográficos pero desde una perspectiva europea favorable a la libertad e independencia de las mujeres, identificándose especialmente con Lâle, la hermana menor que logra huir de casa y marcha a la gran ciudad.
Paradójicamente, la arraigada obsesión por la virtud femenina —como muestran también algunos filmes egipcios e iraníes— contrasta con el constante y libidinoso acoso de los hombres, convirtiendo a las mujeres en meros objetos sexuales. Todo ello resulta mucho más lamentable si pensamos que el presidente laico y progresista Mustafá Kemal (Atatürk), fundador de la república turca en 1923, ya concedió el voto y reconoció otros derechos femeninos hace casi un siglo.
He de confesar, sin embargo, que la película me ha decepcionado en cierta medida porque esperaba más de ella a juzgar por la multitud de galardones y reconocimientos cosechados: premio Goya, nominada al Oscar, vitoreada en Valladolid, presentada en la Quincena de los Realizadores de Cannes, etc. Mi desencanto proviene de no haber visto en ella las complejidades que el tema requería pues pretende ser liberal y resulta demasiado gratificante, es bienintencionada pero también simple en demasía. Extrañamente, hay algunos aspectos osados que nuestra censura nunca hubiera tolerado antes durante la dictadura —referencias al sexo anal para mantener la virginidad y evitar el embarazo, la sábana manchada de sangre…—, aunque otras escenas están narradas demasiado atropelladamente y dan pie a cierta desorientación.
Lo que Mustang olvida es que, con frecuencia, las víctimas son cómplices de sus verdugos. Los preceptos y hábitos dominantes, aunque represivos, son voluntariamente asumidos, defendidos y aplicados por aquellas personas a las que más perjudican. Eso es lo que mostraban en la España nacional-católica franquista, con mayor o menor acierto y profundidad, películas como La tía Tula (Miguel Picazo, 1964) o La niña de luto (Manuel Summers, 1964).
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